El diccionario dice que revolución es un cambio con antecedente violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación. Al desentrañar el alma de la palabra podría pensarse que revolución bien puede ser re – evolución, algo así como replantear la evolución social y económica que el desarrollo de una nación tiene o ha tenido bajo un determinado esquema político. Ahora bien, por lo general se asocia la evolución con un proceso de transformaciones positivas y sucesivas que las especies y las sociedades tienen en el tiempo en procura de su perfección, como la oruga que se transforma en bella mariposa. Lo contrario sería la involución. Vistos los resultados en materia económica,social y especialmente en términos de calidad de vida que presenta Venezuela, ¿puede alguien genuinamente creer que eso que han hecho es efectivamente una evolución positiva? Es claro que haber sucumbido a los cantos de sirena del socialismo fue el peor error y la mayor desgracia en la historia de ese país.
El sistema implantado por los comunistas funcionó mientras se feriaron los portentosos ingresos obtenidos cuando el petróleo superaba el precio de US$100/barril, manteniendo al electorado a punta de subsidios que desangraron al país. Con algo más de inteligencia, en lugar de quemar cada año trece mil millones de dólares en subsidio a la gasolina en los carburadores de los autos, han debido invertir esa fortuna en mejorar el sistema universitario y de salud. A estas alturas – pasados 15 años – Venezuela sería una potencia tecnológica y científica, con centenares de profesionales formados en las mejores universidades del mundo.
La estrategia fue untar de mermelada (término colombiano) a los congresistas, alcaldes, gobernadores, medios de comunicación y líderes políticos para comprarlos y evitar cualquier oposición, luego se mantuvo a la mitad de la población dopada a punta de subsidios –gracias al billón de petrodólares recibidos en diez años – mientras se destruía el aparato productivo del país a punta de impuestos, multas excesivas y expropiaciones, a la vez que se deterioraba la infraestructura del país por abandono y falta de inversión (sector eléctrico). La anuencia de políticos regionales insensatos e indolentes con su país, pero muy interesados, eso sí, en incrementar su patrimonio personal con la mermelada, ayudó a acelerar “el proceso”.
Proceso del cual fueron los primeros desplazados porque los comunistas no les volvieron a dar chance alguno para regresar al congreso. Los socialistas siempre han practicado el juego largo y por eso aprovechan la ambición inmediatista de los politiqueros por llenar sus arcas a la mayor brevedad, perdiendo de vista que luego serán los primeros perjudicados.
Muchos de ellos ufanándose de tener un pensamiento audaz moderno y liberal promovían el giro del país hacia la izquierda. Nadie advirtió que no había nada más equivocado: las audacias mentales producen ideas de avanzada, no de retroceso hacia un modelo fracasado como el cubano, que luego de medio siglo sólo ha mostrado una nación en física ruina económica, social y política, menesterosa y parásita de la URSS, luego de Venezuela y ahora de USA.
Ha sido en extremo dolorosa la experiencia de haberle dado espacios al socialismo en Venezuela, como tampoco lo ha sido en Argentina y Brasil, con la diferencia de que en estos dos últimos países se impuso la democracia y el sentido común. Así las cosas no suena para nada inteligente que alguna otra nación latinoamericana quiera probar cómo es eso de tener un gobierno comunista.