Recién acaba de decir el presidente Maduro que luego de analizar sesudamente la guerra económica contra la que está batallando, descubrió que el bachaqueo genera la inflación que se come, literalmente, el salario de los venezolanos, y que entonces en un golpe de astucia decidió atacar anticipadamente el problema decretando un aumento de salarios del 94%.
Nadie se explica si una medida tan absurda como esa es producto de su ignorancia supina, de su perversidad inmensa, de su ingenuidad total o de su estupidez extrema. O a lo mejor de todas las anteriores. No de otra forma se entiende que este torpe bombero pretenda apagar semejante incendio inflacionario que tiene echándole más gasolina al fuego. Y no una pequeña pimpina sino todo un enorme camión cisterna, y de alto octanaje, como lo significa duplicar el salario.
No parecería que esa medida haya sido aconsejada por su asesor económico estrella, el español Alfredo Serrano, economista marxista que se ha convertido en el santo de su devoción.
Decimos que no parece idea suya porque cualquier estudiante de primeros semestres de economía sabe que el nivel de los salarios es quizá la principal fuente generadora de inflación.
Ha sido pues, creemos, otra obra suya que, como las demás, se hacen de manera absolutamente irresponsable con un país que va en franca caída libre y que, además, es empujado en su rodada con esta clase de bestialidades. Las consecuencias del sólo anuncio no se han hecho esperar: se han producido inmediatamente alzas de más del 150% en prácticamente todos los alimentos – lo que anula y devora el incremento salarial – y comienzan a darse numerosos despidos laborales ante la imposibilidad de atender los gastos de nómina ahora duplicados.
Mientras afuera se hacen chistes con este Chapulín venezolano que literalmente dijo que los bachaqueros “no contaban con mi astucia”, adentro la situación se prende y se prende y se prende.