Difícilmente se encuentra en Colombia y en el vecindario un pueblo que reúna tantos atributos, virtudes y condiciones para desarrollarse turísticamente, como Salazar de Las Palmas. Pero no, no ha sido posible, y eso no es justo no solo con la población sino con el resto de nortesantandereanos y cucuteños que podríamos encontrar allí una alternativa agradable, cercana y económica para hacer turismo ecológico.
Hoy día para ello debemos desplazarnos hacia otros departamentos, en viajes de hasta ocho horas (San Gil).
Lo que ha hecho falta en los últimos 37 años es creatividad acompañada de voluntad política, en otras palabras, algo así como amor útil por el pueblo. Se nota que desde entonces – cuando Juan José Yáñez le construyó el Hotel Juana Naranja -nadie ha vuelto a pensar o repensar el modelo de municipio que debería ser, pareciera que jamás se ha hecho siquiera un ejercicio de planeación participativa que alinee la visión colectiva hacia el logro de un posicionamiento como población turística desarrollada. Algunos dirán que ya es turística – y claro que lo es! – pero no desarrollada en esa actividad.
Un buen ejemplo
Hay muchos ejemplos en el país de casos exitosos a partir de un propósito, de una idea y de la voluntad necesaria para realizarla. Es el caso de Guatapé, en Antioquia, donde un alcalde tuvo la ocurrencia de hacer de su municipio la Ciudad de los Zócalos y entonces concitó la disposición de los habitantes a vincular sepintando de manera artística los zócalos de sus residencias y locales comerciales.
Hizo un convenio con un fabricante de pinturas y les aportó ese insumo, contrató a jóvenes artistas plásticos y hoy día es una verdadera atracción para miles y miles de visitantes de todo el país que no sólo van por conocer la represa sino a tomarse fotografías en todas las esquinas del pueblo.
Tres argumentos
Salazar tiene tres elementos muy importantes que han sido imperdonablemente desaprovechados para integrar un producto turístico de gran impacto. El primero es de carácter religioso: la Virgen de Belén. Desde que hizo su aparición hace 345 años en un lienzo hallado en una de las diamantinas corrientes de agua que bordean el casco urbano, se constituyó en todo un emblema católico que convoca a millares de peregrinos cuando se le conmemora su día y a cientos de ellos regularmente cada semana.
Se le hizo un camino en ascenso hasta el lugar de la aparición, cuyo recorrido es muy agradable por los paisajes del entorno, pero no es posible que la Virgen sea visitada por personas discapacitadas y de la tercera edad, quienes en su fe son quienes más desearían ir allí a orarle y pedirle alivio. A nadie se le ha ocurrido que podría prestarse allá un servicio de cable silla que, además de facilitar el transporte de ellas sería un atractivo turístico que, de seguro, aumentaría significativamente la cantidad de visitantes.
Agua bendita
El segundo elemento es, sin duda alguna, el río Salazar, cuyas aguas son equiparablesen pureza y temperatura fría, con las de los ríos Guatapurí y Badillo, en Valledupar, o por las preciosas corrientes que bajan de la Sierra Nevada. Una belleza natural de estas no merece la suerte de ser maltratada con las basuras dejadas por los bañistas de paseo de olla que cada fin de semana inundan las riberas con botellas, latas, bolsas plásticas y desechos. Algo debe hacerse, pues si bien el uso de sus aguas es libre, no significa necesariamente que también sea “a las anchas” de esta clase de usuarios que no le dejan nada más al municipio pues nada compran allí, todo lo llevan en los buses en que llegan masivamente.
La planta eléctrica que allí funcionó hasta el año 1948, presentaba unos registros estupendos por la eficiencia obtenida por la cantidad y velocidad de caída del agua necesaria para mover la turbina generadora. Un alcalde visionario y conocedor de la norma que permite que cualquier particular produzca y venda energía a través de la red nacional, invitaría a inversionistas a desarrollar una nueva planta con una rentabilidad interesante.
Historia inexplotada
El tercer elemento es de carácter histórico: a Salazar de las Palmas nadie le discute ser la cuna del café en Colombia. Esto es algo avalado por la propia Federación Nacional de Cafeteros, …..sin embargo no funciona allí un Museo Nacional del Café; nadie ha pensado en hacerlo en un predio donde se señale que allí se sembró la primera mata (nadie podría contradecirlo luego de más de dos siglos de aquello). La primera exportación de café colombiano fue originada en Salazar en el año 1835, con 2.592 sacos que salieron de allí a Europa vía el Lago de Maracaibo. Con toda esta historia tan rica –y la historia es un negocio a explotar – no se cuenta con un café con denominación de origen (Salazar), de reconocido posicionamiento no sólo en Colombia sino en el mercado de Nueva York. No puede ser posible que se pierda semejante promesa de valor que implica tomarse el primer café que se tuvo en Colombia. Alguien debería liderar un proyecto de esta naturaleza.
Billar y cerveza
El pueblo no ofrece a sus habitantes y los de las veredas circundantes un mejor plan de domingo que beber cerveza y jugar billar, tal cual lo ha hecho durante los últimos cien años. Han debido hacerse convenios con universidades y el SENA para desarrollar programas de formación utilitaria, de pedagogía moderna y lúdica para que los campesinos los fines de semana aprendan cosas como obras civiles, a introducir mejoramientos genéticos en plantas y animales, en gerencia agropecuaria, en productividad del campo, alguna ingeniería de alimentos para que aprovechen esa gran producción frutícola.
La belleza de sus montañas circundantes, la cantidad de pozos agradables que forma el río y el paisaje en general han debido invitar a inversionistas a crear productos turísticos con deportes de gran emoción, como el rafting, montañismo, rapel, parepentismo, senderismo, bicicross, cabalgatas, canopy, torrentismo, excursiones ecológicas, etc.
Pero ninguna de estas cosas se ha dado por falta de algo muy importante: una carretera transitable. Un buen gobernador se habría percatado de esto y habría impulsado el desarrollo económico de Salazar y Arboledas. Pero no, al pueblo se llega por la misma vía de tierra de hace 100 años, a la que eventualmente se repara cuando se torna imposible y que hace de Salazar de las Palmas un Edén perdido o un potosí desperdiciado.