Los días de la Semana Santa de antes eran de verdadero recogimiento y devoción, al punto que la programación radial, por ejemplo, solamente transmitía música religiosa, cantos gregorianos y música clásica con énfasis en temas religiosos. Se suspendían las radionovelas que ya comenzaban a languidecer con el avance de la televisión, primero en blanco y negro, que a su vez ofrecía programas de contenido religioso y una que otra película de la historia sagrada que se lee en la Biblia. Como no había transmisión continua, la programación terminaba alrededor de las 11 de la noche con la entonación del Himno Nacional.
No se escuchaba música estridente en las calles; los bares, cantinas y casas de citas cerraban durante los días santos, esto es, desde el domingo de ramos hasta el martes de Pascua, lo mismo que los colegios, escuelas y demás instituciones educativas. Los teatros presentaban las mismas películas año tras año; el Santander ofrecía su estelar ‘El Mártir del Calvario’ con Enrique Rambal como Jesús y Manolo Fábregas como Judas y la publicitaba como “vida, pasión y muerte de N. S. Jesucristo”. Claro que durante los años anteriores esta película fue exclusiva del teatro Guzmán Berti, pero en 1968 decidió modernizarse, entre otras cosas, para subirle a la boletería que llegó a los $5 la función y en asocio con el Astral y el Mercedes, presentaba en doble, ‘El Redentor’ y ‘Fray Escoba’ (la vida de Fray Martín de Porres) en “majestuosos colores”.
Para compensar la repetición anual del ‘Mártir de Calvario’, el Santander iniciaba su primera rebeldía contra la curia y la presentación de películas religiosas ofreciendo la comedia ‘Rififí con Sotana’ que algo de religioso tenía para no desentonar con la ocasión.
Los teatros de Beneficencia, Zulima y Municipal, tenían cuatro funciones, matinal a las 8:30 a.m., matinée a las 1:30 p.m., vespertina a las 4:00 p.m. e intermedia a las 8:00 p.m. pues presentaban la película, ‘Los Diez Mandamientos’, con Charlton Heston e Ivonne De Carlo. Los horarios fueron establecidos de la forma mencionada para que los asistentes pudieran disfrutar plenamente del film que era de larga duración pues la cinta tardaba 3 horas y 47 minutos, sin contar con los preliminares que por esa época se presentaban.
Las iglesias adornaban sus monumentos y se abrían al público, como es aún hoy la costumbre, sólo que con menor afluencia. Las visitas nocturnas a las distintas iglesias sigue siendo una de las actividades más frecuentes, así como las procesiones del Jueves y Viernes Santos. Algo que no pasa de moda es el Sermón de las Siete Palabras. Al comienzo, éstas eran pronunciadas por el párroco o los sacerdotes, después, la tradición le ofreció a los dignatarios civiles o a personas prestantes.
En Cúcuta fueron famosos los sermones de la Catedral de San José cuando oficiaba como párroco el reverendo Daniel Jordán, destacado orador sagrado. Finalmente, los periódicos y publicaciones escritas no circulaban los días santos y para los estudiantes exiliados por razón de su estudio, a otras ciudades, la Semana Santa era la oportunidad para regresar al terruño y compartir con los suyos estos días que además de recogimiento eran de ayuno y oración.
Para terminar recordaremos que el año 68 fue el del Congreso Eucarístico Internacional y que el arzobispo de Pamplona, Aníbal Muñoz Duque fue nombrado Administrador Apostólico de la Diócesis de Bogotá para encargarse de la organización de tan magno evento, que concluyó con la primera visita que un Papa (Pablo VI) haya realizado a un país americano y que Colombia tuvo ese privilegio. Mientras tanto en Pamplona, el desarrollo de su Semana Santa se vio perjudicada por ese cambio intempestivo, pues el nuevo arzobispo Alfredo Rubio Díaz no tuvo el tiempo suficiente para el desarrollo de los preparativos necesarios, razón por la cual la conmemoración no tuvo el mismo esplendor de los años precedentes.