En días pasados que viajaba al exterior y tenía que hacer escala en Bogotá, como ahora y desde que perdimos la ruta C ú c u t a – Pa n a m á
que ofrecía COPA AIRLINES deben hacerlo todos los que desde Cúcuta viajan al exterior, tuve que literalmente hacer maromas para tratar de no perder mi conexión.
Resulta que el vuelo salió para Bogotá con un retraso considerable con respecto al itinerario ofrecido por la aerolínea y además me tocó en el puesto de los músicos: la fila 28. Unos 15 minutos antes de aterrizar le conté a la azafata que tenía una conexión internacional y que por cuenta del retraso en la salida del vuelo, el tiempo con el que contaba para hacerla (incluyendo el trasteo desde el Puente aéreo hasta El Dorado) era muy, pero muy corto, así que le pedía el favor de que me dieran prelación para desembarcar ya que había muchas personas que iban en las sillas delanteras y tenían como destino final Bogotá, razón por la cual era fácil entender que sin ningún problema podían esperar un poco más para salir del avión. La niña me dijo que no sabía cómo podía ayudarme y entonces le sugerí que por el altavoz comunicara la situación a los pasajeros y les pidiera el favor de permanecer sentados mientras las personas que tenían conexiones con otras rutas y estuvieran cortos de tiempo pudieran salir de primeros.
En forma muy tímida, casi inaudible y sin ninguna convicción la azafata hizo el anuncio de lo que le propuse y cuando llegó el momento del desembarque nadie hizo caso a su solicitud. Así que salir del avión fue un verdadero caos y, claro, perdí la conexión pese a que corrí y no esperé el bus que lleva de una terminal a otra sino que me fui en taxi. Luego vino el discutir con los funcionarios de Avianca, sobre quién tenía la culpa de la pérdida de la conexión. Ellos no me dieron la razón porque aducían que pese a la demora en la salida del vuelo desde Cúcuta, hubo un espacio de tiempo prudencial para hacer la conexión y como no me presenté a la hora indicada en la sala del vuelo internacional, el incumplimiento era sólo mío.
Esas situaciones pasan y se repiten fundamentalmente por dos razones: una, por pura y simple falta de cultura de los pasajeros que por el afán de bajarse rápido no dejan que el avión termine de aterrizar cuando ya están de pie y haciendo fi la en el pasillo, apiñándose unos contra otros y difi cultando la sacada del equipaje de mano que está en los compartimientos superiores de las sillas; y dos, por la falta de orden que deben imponer las aerolíneas, que así como manejan el abordaje por número de filas y de grupos, deberían también establecer pautas para desembarcar en orden.
De esta manera todos saldrían con comodidad y sin los apretujamientos a los que ya nos acostumbramos y con los cuales estamos connaturalizados, pero que indudablemente deben desaparecer con la adopción de medidas sencillas que tomen y ejecuten las aerolíneas o, en su defecto, de la regulación que en tal sentido establezca la Aeronáutica Civil.