SOCIEDAD | Corrupción ¿Cómo Pararla? (Al menos un poco)

Corrupción

Comenzando el primer capítulo dice Marco Ruffo, el policía que inicia la operación Lava Jato en la serie O Mecanismo, algo así como que – lo que nos jode no es la deuda externa, ni la violencia en las calles, ni la mala educación, ni los pésimos servicios de salud, ni las tasas de interés, ni el desempleo, ni la falta de buenas vías. Lo que de veras nos jode es lo que causa todo eso: la corrupción-.

Sostiene que es un cáncer muy agresivo que si no se arranca de raíz se extiende. ¡Y hay que ver de qué manera! Sin duda es un fenómeno que empobrece mucho al país o a la región que la sufre, le hace la vida miserable a la gente al negarle la posibilidad de tener mejores condiciones de vida por causa de la forma tan menguada como fi nalmente se ejecutan los presupuestos luego de haber sido saqueados hasta en un 60% por quienes intervienen en toda la cadena administrativa de cualquier proyecto.

La corrupción se perfecciona cada vez más, desarrolla mecanismos de defensa y protección contra cualquier intruso, sea este de la prensa, de la contraloría, procuraduría, fi scalía, o de la justicia. Ha logrado completar el círculo de la perfi dia con el cierre fi nanciero que perfecciona su operación. Así las cosas, el corrupto sabe que tiene que robar bastante, mucho dinero, el sufi ciente para pagar costosos abogados y togados que le garanticen su libertad inmediata o pronta para el disfrute y goce de lo robado.

Igual debe dejar una buena porción para tener con qué financiar una nueva campaña política, propia o ajena, con esto cumple el doble propósito de cuidarse las espaldas – haciendo que lo suceda un amigo –, y acrecentar su patrimonio. Hasta el infinito y más allá, como Buzz Ligthyear.

Sin embargo, y recordando a Ruff o, lo que nos jode no es la falta de justicia con sus ridículas penas de casa por cárcel, ni la falta de vigilancia de las «ías». No, lo que nos jode es nuestra hipocresía frente a los corruptos, esa que no nos deja imponerles sanciones sociales y, por el contrario, hace que los invitemos a nuestras fi estas, apadrinen las bodas de nuestros hijos, inauguren las ceremonias en nuestras empresas, que nos bañemos en las mismas piscinas. Esa hipocresía se deriva de esa estrechez mental nuestra que nos impide verlos como las ratas que son, y entonces nos sentimos honrados de ser sus amigos, de que nos saluden, así sea de lejos.

Esa ausencia de sanciones sociales es lo que alienta y anima a la corrupción, la justicia ordinaria no les asusta, saben que eso tiene arreglo. A lo que sí le temen es a verse discriminados y señalados socialmente, a que sus hijos deban soportar el estigma de sus padres, a que les nieguen la entrada a los clubes, a que la gente evite aparecer con ellos en redes sociales. Eso sí les parece insufrible y les disuadiría de seguir robándole al pueblo el dinero para sus carreteras, para sus hospitales, sus escuelas.

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