Tal como estaba previsto – y lo habíamos señalado en un editorial anterior – las cosas comienzan a mejorar en el terreno económico luego de las pasadas elecciones presidenciales, y mejorarán sustancialmente con la llegada del nuevo gobierno que este mes inicia su periodo. El gabinete ministerial luce muy prometedor para el país por la sólida preparación que cada uno tiene en sus respectivas materias, todo ello hace que se sienta y palpe un clima de confianza, que habrá de traducirse en nuevas inversiones en toda suerte de proyectos.
Especial relevancia tiene que el presidente haya cumplido su promesa de campaña de tener paridad de género en su gabinete, esto más que una cortesía es un justo reconocimiento a la gran capacidad gerencial de la mujer en Colombia.
Sólo nos asiste las preocupaciones derivadas del rebrote de grupos armados irregulares en toda la geografía colombiana y, especialmente, en el Catatumbo como consecuencia lógica del crecimiento desbordado de los cultivos de coca que se dio, a su vez, como efecto de los acuerdos de paz, donde el gobierno saliente aceptó la exigencia de suspender la fumigación de los cultivos ilícitos.
Este flagelo nos deja la mala herencia de la subcultura del dinero que se da a borbotones en vastos territorios del país que, entre sí, tienen en común la pobreza, el atraso, la precaria educación, la ausencia del Estado para atender sus necesidades básicas y violencia, mucha violencia. Todo esto nos retrotrae a la época que bien describió alguna vez Fabio Echeverri Correa cuando dijo “la economía va bien pero el país va mal.
Es equivocado pensar que la plata mal habida es, en últimas, necesaria para mover el comercio y los negocios. Es mayor el daño que causa que el beneficio que trae; el impacto de la entrada de enormes capitales no generados por el ejercicio legal de los agentes económicos origina un mal similar al de la llamada “enfermedad holandesa” que genera una absurda distorsión de precios y, especialmente, de valores, cimentando una sociedad que rinde culto a ese poderoso señor llamado Don Dinero.
No sería extraño que por cuenta de este perverso fenómeno los colombianos perdamos cierto estatus ganado en el exterior, gracias al cual se nos eximió de visa la entrada a una buena cantidad de países de varios continentes. Sería muy triste volver a las épocas en que se nos discriminaba en los aeropuertos por cuenta de la estigmatización que vivió el viejo pasaporte verde.
Por fortuna elegimos bien y tenemos ahora un presidente con el cual nos sentimos dignamente representados en cualquier escenario internacional, tanto por su sólida preparación como por su excelente imagen en todos los escenarios multilaterales
Será, sin duda, descomunal el reto que afrontará el nuevo gobierno para destorcer las desviaciones que deja el gobierno saliente, considerado por la mayoría de colombianos como el más repudiado de los últimos cincuenta años.
Carmen Elisa Ortiz Caselles
Gerente General