Si Maduro supiera lo que es la ergüenza se sentiría muy mal al saber que en el resto del mundo ningún país quiere parecerse al suyo. Este cucuteño, que por arte de birlibirloque es el presidente de la nación vecina, no solo acabó con ese país, sino que también lo hizo con la utopía socialista en América Latina, lo cual es algo – quizás lo único – que la historia habrá de agradecerle.
Los discursos ganadores en Colombia, Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile, Perú, Ecuador (todos los suramericanos, excepto Bolivia) han tenido el denominador común de propugnar por un gobierno que se parezca lo menos posible al venezolano, incluso el discurso de AMLO en México advirtió que, si bien él tenía su sesgo de izquierda, eso no debería considerarse, para nada, como de corte madurista.
El triunfo de Jair Bolsonaro no sólo ha sido un mortífero misil que acaba con el Partido de los Trabajadores en Brasil, sino que es todo un torpedo a la línea de flotación del Foro de Sao Paulo y del Socialismo del Siglo XXI, dada la inmensa influencia que ejerce este gigante país, considerado el papá de los suramericanos.
Los triunfos de Lula Da Silva en las elecciones en Brasil en los años 2002 y 2006, al igual que el logrado por Dilma Rousseff en 2010 se debieron en buena medida al apoyo de Hugo Chávez, pero, aunque Dilma fue reelecta en 2014, es evidente que lo positivo que mostraba Venezuela al resto del mundo comenzó a desmoronarse con la llegada de Nicolás Maduro al poder. Brasil perdió la Copa Mundial de futbol siendo sede del evento en 2014 y esa terrible humillación deportiva exacerbó los ánimos caldeados de la población brasileña por los grandes escándalos de corrupción. Esto originó la
destitución de Rousseff de la presidencia de Brasil en 2016.
En semejante estado de cosas elmadurismo, con su pésimo gobierno, comenzó a darle apoyo al Partido de los Trabajadores en Brasil en una clara injerencia en asuntos internos, lo que terminó por desacreditar a funcionarios de Lula y al propio ex – presidente con hechos de corrupción relacionados con la empresa Odebrecht que incluso terminaron por llevarlo a la cárcel.
El triunfo de Bolsonaro confirma la tendencia latinoamericana a rechazar a cualquier candidato de izquierda mientras Venezuela esté gobernada por Nicolás Maduro. Es tal la aversión contra todo lo que suene a izquierda que terminaron por inclinarse a favor de un ultraderechista radical, el otro extremo del espectro político, por alguien con un discurso muy fuerte de derechas, tan deslenguado como Trump, tan impolítico como Trump, tan imprudente como Trump.
Al candidato Haddad, a quien apoyaba Maduro, lo afectaron muchísimo las últimas noticias de la barbarie madurista, agravada por la reciente muerte del preso político Fernando Albán, y más recientemente las declaraciones del liberado Lorent Saleh, joven a quien el presidente Santos entregó al régimen venezolano para congraciarse con Maduro, a quien llamaba su nuevo mejor amigo.