Es apenas natural que en nuestro tránsito vital conozcamos el amor a través de distintas relaciones con diferentes personas. Son muy pocos los casos de aquellos afortunados que lo lograron con un primer y único amor en la vida. A la mayoría nos toca estrellarnos una, dos, y tres veces y más en la vida hasta encontrar lo que realmente queríamos.
Faltaba más que a la primera experiencia amorosa, por razones sociales debiéramos permanecer atados de por vida a una persona que nos desencantó, para no ser tildados de hombres mujeriegos, o de mujeres brinconas.
Es patética la falta de madurez de quienes censuran a los demás por “dejar” a fulanita o a zutanito. Eso es normal que suceda cuando el amor se acaba, de lo contrario cada quien tendría que seguir sosteniendo vínculos o relaciones en paralelo con dos, tres o cuatro personas más simultáneamente, por no poder dejar a ninguna y tener que seguir arrastrando relaciones del pasado que ahora nos resultan insustanciales e incómodas. Todo un absurdo.
Hay que aterrizar en los tiempos actuales, el compromiso del amor eterno ya no existe, suena cursi, nadie se cree ese cuento, no es serio prometer algo como eso. Sencillamente, cuando uno no es capaz de mantener viva la pasión en su pareja, esta indefectiblemente le abandona, y viceversa. Así de sencillo es, así funcionan las cosas – para bien o para mal – y uno no puede quedarse anclado en un pasado gris, pretendiendo exigir de la pareja el compromiso de amarse hasta la muerte.
Sin embargo, el amor es algo mucho más serio de lo que en estos tiempos parece ser. Si bien no podemos prometer amor hasta que la muerte nos separe, cuando se encuentra a alguien que llena nuestras expectativas y nos colma de felicidad, el compromiso debe ser de uno para consigo mismo, el compromiso de ser lo suficientemente bueno para la pareja – en todo sentido – para evitar que nos abandone. Lo demás es cursilería decimonónica.
Además, es mejor tener amores sucesivos que simultáneos, estos últimos causan heridas y dejan cicatrices muy difíciles de borrar, con lo que vamos dejando una estela de frustraciones que a nadie conviene y que tarde o temprano se vuelven contra nosotros, convirtiéndose en un verdadero peligro. No hay peores enemistades que las que son por causa del amor, de manera que mejor cancele de la forma más elegante posible aquellas relaciones que no le satisfacen, antes de embarcarse en una nueva aventura amorosa.