Lo que ha ocurrido en Estados Unidos es algo así como una enorme avalancha de dólares en el último año por cuenta de los estímulos puestos en marcha por el gobierno de Donald Trump para paliar los efectos de la crisis económica provocada por el coronavirus, lo que incluyó el envío de sustanciosos cheques a los trabajadores o generosos créditos a empresas.
Ese fue un tremendo gasto fiscal, al que se sumaron los esfuerzos de la Reserva Federal para mantener la liquidez del sistema bancario y que las entidades pudieran seguir prestando. Obviamente, ese dinero no salió de una caja fuerte: se creó con emisión primaria para poder afrontar la situación.
Gobierno y banco central imprimieron dinero a una velocidad sin precedentes en la historia reciente de Estados Unidos. Tanto que solo de enero a noviembre de este año la oferta monetaria de Estados Unidos ha crecido casi un 24%. Según datos de la Fed, el volumen de dólares ha pasado de US$15,33 billones a fines de 2019 a US$19,1 billones a finales de noviembre.
Generalmente el crecimiento del dinero en poder del público suele ser un proceso lento y constante, pero debido a la pandemia se desbocó en 2020. Esto ha inducido una debilidad del dólar en el mundo entero, basta recordar que en Colombia en enero el dólar rozaba los cuatro mil pesos y hoy día se mueve alrededor de los $3.450
Efectos de la economía
Como es de esperarse esta nueva masa monetaria en circulación muy seguramente podría generar inflación en Estados Unidos. Un segundo efecto de la acelerada devaluación del dólar contra muchas divisas les traerá un inesperado respiro a las economías de América Latina, tan afectadas por los efectos de la pandemia de covid-19.
Históricamente las monedas latinoamericanas son, por lo general, grandes beneficiarias de la depreciación del dólar. Este efecto es particularmente relevante para el manejo de la deuda externa, sin embargo, es tan grande la deuda de Argentina que el alivio no se sentirá. Otro país para el que esto no significará beneficio alguno es Venezuela, al que le da lo mismo que el dólar caiga entre el 10% o el 25% contra sus divisas.
Los demás se benefician especialmente a través de una financiación más fácil, lo que reduce la presión sobre sus monedas. Esto permite políticas monetarias internas más flexibles y también reduce la carga de la deuda externa denominada en dólares.