SOCIALIZANDO | EL ARTE DE CAER BIEN

Oscar Wilde decía con gran inteligencia que “Nunca hay una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión”. Y con mucha razón, diríamos nosotros, si a una primera reunión con los suegros a o a una entrevista de trabajo usted se presenta con un lamentable guayabo luego le será imposible levantar su imagen.

Los psicólogos nos dicen que, en ocasiones juzgamos a alguien que estamos apenas conociendo no en 30 segundos, sino en milésimas de segundo. En apenas un suspiro sabemos si una persona es de nuestro agrado o no, si nos inspira confianza o no. 

Si la persona que tenemos ante nosotros la juzgamos como amenazante y peligrosa, nuestra primera reacción será la huida, es algo inherente a la evolución humana. Las personas necesitamos hacer evaluaciones instantáneas para tomar decisiones al momento. Esos análisis tan rápidos tienen mucha relación con nuestra personalidad, con nuestros miedos y también con nuestras necesidades. Disponemos de esa parte instintiva, similar a la de dos perros al olerse, que nos indica al instante si algo es inofensivo o amenazante. Podríamos decir que nuestro cerebro está programado para llegar a una rápida conclusión con muy poca información.

Cada día nos llegan miles de estímulos y no tenemos tiempo de procesarlos todos ni de desmenuzar todas esas informaciones al milímetro. El cerebro organiza la información en categorías, y a partir de ahí hace comparaciones rápidas. Muy rápidas y siempre con ayuda de las emociones. ¿Se parece esta persona a alguien de nuestro pasado que nos hizo daño? ¿Ese tono de voz te es agradable? ¿Es su risa tan agradable como la de nuestro amigo, o es tan falsa como la de nuestro vecino? A raíz de esta primera impresión decidimos si valdrá la pena el esfuerzo que habremos de hacer para avanzar en la relación alguien que recién conocemos.

Con las personas que recién conocemos lo mejor es “llegar en neutro”, en lugar de hacerlo en una posición de fuerza tratando de vender o imponer nuestro criterio sobre algún tema sensible, como lo es la política, la religión o el fútbol.

Halo

El efecto Halo consiste en tratar de atribuir características positivas a una persona sin tener mayor información previa de ella. Se trata de una impresión que se tiene sobre la otra persona a través de la primera percepción que se tiene sobre esta, la cual condiciona la opinión general. Con él creeremos que se va a poder generar una amistad o algún tipo de relación con esa persona sin conocer realmente cómo es.

Horn

Por el contrario, el efecto Horn trata de atribuir características negativas sin tener información o conocimiento previo de la persona. Se prejuzga atribuyéndole cualidades negativas de manera generalizada. Habitualmente, ambos efectos se producen por realizar un juicio erróneo y poco racional. Esto se produce por la necesidad que tiene la persona de clasificar de forma ordenada la realidad. Por lo que, tanto el efecto Halo como el efecto Horn realizan un proceso de evaluación inconsciente sobre otra persona, juzgando de manera subjetiva, ya sea positiva y/o negativamente a la otra persona, ya que juzgar de manera objetiva requiere un gran esfuerzo racional y consciente.

Una vez que se atribuye un rasgo a una persona, ya sea negativo o positivo, va a ser complicado revertir el proceso, ya que esto se ha interiorizado y se ha hecho propio e intrínseco. Es totalmente cierto que si la persona es consciente de que ha hecho una atribución errónea de la otra parte, se puede ir revirtiendo con el paso del tiempo. Este proceso es lento, ya que como bien se menciona anteriormente, es un rasgo que se ha interiorizado y se ha hecho propio e intrínseco en la persona.

Por lo tanto, es la persona quien tiene que ser consciente y comenzar a introducir nuevos rasgos que vayan sustituyendo el que se atribuyó en un principio. Esto también va a depender de la fuerza y/o valor con el que la persona lo haya percibido porque si ha sido algo atribuido en un corto período de tiempo se podrá revertir con más facilidad. En el caso de que haya perdurado en el tiempo será un proceso más largo y dificultoso. Para poder revertir el proceso, lo primero que debe hacer la persona es ser consciente de su errónea atribución. Una vez que haya sido consciente, ha de empezar conociendo qué ha despertado en su interior esta atribución, debe realizar este análisis para luego poder comenzar a observar de una manera más objetiva el entorno y las actitudes de la otra persona.

Así como funcionamos con los demás, recordemos que nosotros somos los demás de los demás, vale decir, lo mismo les pasa a las otras personas con respecto a nosotros, de manera que será mejor que tengamos unos dos o tres amigos que muy objetivamente nos puedan evaluar y que de manera sincera y sin interés alguno nos califiquen la manera como creen que somos percibidos por los demás. En estas cosas el autojuzgamiento no funciona. Para nada.

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