La fast fashion o moda rápida nos cautiva porque con ella podemos lucir una apariencia siempre moderna y a precios accesibles. Sin embargo, se trata de un modelo de negocios altamente contaminante y controvertido al que el mundo parece estar declarándole la guerra.
Nuestra manera de vestir influye en cómo nos relacionamos con las personas, nos da sentido de pertenencia y nos ubica en un determinado estrato social, queramos o no. En diferentes lugares y momentos de la historia se promulgaron leyes que dictaban los tipos, colores y materiales de las prendas que se podían usar. El objetivo, según la historiadora inglesa Aileen Ribeiro, era que nadie se vistiera por encima de su clase social. Aunque hoy en día sigue habiendo códigos de vestimenta, lo que escogemos para ponernos ahora depende más bien de las tendencias de la moda y de nuestro presupuesto. Durante la segunda mitad del siglo XX el precio de la ropa aumentó a un ritmo menor que el de otros productos por el consumismo en este sector.
Se estima que hoy en día compramos 60 % más ropa que en el año 2000. En 2017 se reportó un aumento de las ventas del 75 % en países como México en comparación con 2013. Este aumento también obedece a que hay más disponibilidad. Otro de los cálculos hechos arroja que el volumen de ropa que se produce anualmente alcanza para que todas las personas del mundo compremos al menos 20 prendas cada año, más o menos a razón de una prenda cada tres semanas.
Pero el ensueño de la ropa disponible y asequible se transforma en pesadilla cuando echamos un ojo al panorama completo: desde lo que tiene que suceder para que las prendas lleguen a las tiendas hasta lo que hacemos con ellas después de que las compramos.
Impacto
La moda rápida es un modelo de negocios acelerado que impulsa a la gente a comprar más ropa, motivada por precios bajos y múltiples microtemporadas por año. Se estima que la industria de la moda rápida aumentará 50 % para el año 2030, no obstante, la creciente demanda de prendas ya tiene un fuerte impacto en el medioambiente.
La industria de la moda rápida es responsable del 10% de las emisiones globales y de la producción del 20% de agua residual a nivel mundial.
Al lavar la ropa sintética se desprenden micropartículas; es así que 30% de los desechos plásticos en el océano son microfibras textiles.
A escala mundial la siembra de algodón ocupa solo 2.4 % de la tierra cultivada, pero consume 6 % de los pesticidas y 16 % de los insecticidas; actualmente menos del 1% es algodón orgánico. En 2015 la industria de la moda rápida produjo 92 millones de toneladas de desechos.
Reciclaje y uso
El proceso de reciclaje daña a las fibras textiles lo cual reduce sus usos (más que para prendas nuevas se emplean para aislantes, etc.); es más barato confeccionar prendas nuevas con fibras nuevas que reciclar ropa vieja.
Esto es, 12 años nos tardaríamos en reciclar 48 horas de producción de moda rápida.
1 % de los textiles se recicla y el 73 % de la ropa que reciben las organizaciones caritativas y en los cementerios de textiles del mundo se quema o entierra.
Utilidad efímera
Para hacer una prenda artesanalmente, primero hay que ir a la toma de medidas, luego hay que hacer o escoger un diseño, después hay que elegir la tela y finalmente esperar a que la prenda esté lista para probárnosla y enamorarnos de ella o hacer los ajustes pertinentes. Podríamos decir que esta forma individualizada de producción constituye una especie de moda lenta.
Hoy en día, la ropa prácticamente ya no se elabora así, sino bajo el esquema de ropa producida con medidas estándar que espera en anaqueles a que vayamos a comprarla. La idea de la rapidez en la moda rápida o fast fashion no se refiere solo a la velocidad de los procesos de producción y venta de la ropa, sino también a la brevedad del tiempo que la usamos. Este tipo de ropa suele hacerse con materiales de mala calidad y con acabados pobres, así que muy pronto se desgasta o se rompe. Aunque podríamos usarla por más tiempo si hacemos algunas composturas, hay una segunda razón que nos decide a desecharla: pasa de moda muy rápidamente.
Las prendas, así como los zapatos, los accesorios, el estilo del pelo y el maquillaje que complementan nuestra imagen, estarán a la moda o se considerarán anticuadas en función de las tendencias de temporada. Las tendencias siempre han cambiado, solo que hoy en día lo hacen a un ritmo sin precedentes. Hasta hace unos 30 años la industria de la moda se desarrollaba alrededor de dos grandes temporadas: primavera-verano y otoño-invierno. Hoy, en cambio, se ha llegado a contabilizar más de 50 micro-temporadas al año, además de nuevos ciclos como el regreso a clases y las graduaciones. Si no quieren rezagarse, las tiendas tendrían que cambiar su surtido de ropa cada semana.
Como otra característica de la moda rápida es que cuesta poco; para mantener un buen margen de ganancia tiene que haber un volumen de ventas muy alto todo el tiempo. Para conseguir esta meta, las campañas de publicidad utilizan estrategias psicológicas para convencernos de comprar ropa que no necesitamos: prendas preciosas a precios increíbles que nos abren la puerta al mundo de la popularidad o al de la clase social a la que aspiramos. Si el precio no fue gancho suficiente, entonces utilizan la carta del descuento: ofertas inigualables que nos brindan una segunda oportunidad de entrar en ese mundo. La realidad es que su intención es sacar toda esa ropa para hacer lugar a la nueva colección. Desde hace décadas, el modelo de negocios de la moda pasó de producir lo que se pueda vender a vender lo que se pueda producir.