El crucero más grande del mundo, el Icon of the Seas, de Royal Caribbean, zarpó en estos días desde Miami para su viaje inaugural, transportando una población equivalente a una pequeña ciudad.
Su bautizo se dio por todo lo alto el 23 de enero, cuando el futbolista argentino Lionel Messi -ahora en las filas del Inter de Miami – pulsó un botón para hacer chocar una botella de champaña contra la proa del descomunal barco.
Construido durante 900 días en un astillero de Finlandia, el barco tiene 20 cubiertas y capacidad para 2.350 tripulantes y 5.600 pasajeros (o 7.600 en su capacidad máxima).
El transatlántico, matriculado en las Bahamas, cuenta además con siete piscinas, incluido un «lago» de 40.000 galones, seis toboganes acuáticos, un carrusel, lo que Royal Caribbean dice que es la mayor pista de hielo en alta mar, y más de 40 restaurantes y bares.
El Icon -de 2.000 millones de dólares, el primero de la nueva clase Quantum de Royal Caribbean- está equipado con la tecnología más avanzada y, a pesar de su descomunal tamaño, pretende ser más respetuoso con el medio ambiente que algunos cruceros más pequeños.
Según sus propietarios, el Icon funciona con gas natural licuado, aunque algunos equipos expertos afirman que los sistemas de este tipo pueden liberar a la atmósfera cantidades perjudiciales de gas metano.
Con 365 metros de eslora, el Icon arrebatará el título de mayor barco del mundo a un compañero de Royal Caribbean, el Wonder of the Seas, ligeramente más pequeño.