Era de esperarse que los amores no quedaran inmunes a los estragos causados por la pandemia en todo el mundo. Para bien o para mal el encierro obligado al que nos vimos sometidos por el virus hizo que muchas parejas tomaran una decisión de vida sobre el futuro de su relación sentimental.
Nos particularmente a quienes vivían solos en un pequeño apartamento y por razón de las restricciones impuestas no pudieron seguir recibiendo esas agradables visitas románticas de hasta tres días con la regularidad que antes lo hacían. Quienes hacían la visita se amañaban y no querían regresar a su pequeño y solitario apartamento, mientras que quien recibía la visita quería alargar la estadía de su pareja, con lo que resultó inevitable darle a la relación un status de mayor estabilidad.
Así rápidamente se dio paso a la unión libre, donde uno de los dos miembros de la pareja se trasteó formalmente al apartamento del otro o – en la mayoría de los casos – ambos se mudaron a un apartamento algo más grande para lograr mayor espacio para su ropa. Con esto la pandemia creó entre los jóvenes la necesidad de formar hogares, para lo cual no fue necesaria la intervención de notarios o sacerdotes.
En Bogotá es impresionante el número de nuevos hogares surgidos de esta situación de convivencia forzada por circunstancias tales como el encierro impuesto por toques de queda, el clima y la seguridad personal. Son parejas soportadas no solo en el amor sino en la mutua necesidad de compartir el tiempo y el espacio, lo que le da una sólida base a la relación.
En el caso contrario, el encierro obligado al que nos sometió la pandemia exasperó a algunos que no estaban acostumbrados a pasar largos meses junto a su pareja día y noche, conociendo y padeciendo el hastío de dos en compañía y haciendo que la relación se fracture irremediablemente.
Todo cansa, y si la pareja no es lo suficientemente inteligente para comprender esto y aplicar los antídotos requeridos para sostener a flote la relación, pues esta se va inevitablemente a pique. Hay excelentes miembros de la pareja que, en circunstancias especiales como un encierro forzado, pueden resultar insoportables para el otro.
Es el caso de la mujer que quiere pasar todo el día ordenando la casa mientras el hombre quiere ver sin interrupciones sus partidos de fútbol en la televisión, lo que deriva en inevitables choques. Sin duda esta es una etapa de gran utilidad y valor para la relación de pareja por el conocimiento mutuo que logran. No existe mejor curso prematrimonial que este, en donde afloran todas las virtudes y defectos de cada uno. De hecho, son parejas que si logran superar más de tres años de convivencia muy seguramente habrán de perdurar como tales por el resto de sus vidas.