ACTUALIDAD | TIEMPO DE PANDEMIA

Lo que el mundo entero ha vivido en los últimos dos meses por cuenta de la pandemia del coronavirus, causante de la enfermedad conocida como el Covid-19, no tiene precedentes por el pánico y la paranoia desatada en esta época de la información en tiempo real.

En el planeta se han conocido a través de su historia al menos cinco grandes pandemias que causaron millones de muertos, pero cuatro de ellas ocurrieron en épocas en las que las noticias no disponían de las tecnologías de la información y las comunicaciones para su rápida difusión, cosa que hizo caer por sorpresa a buena parte de la población, pero, igualmente, evitó la sicosis generalizada que hoy vivimos.

La última pandemia que conocimos en la historia moderna fue la enfermedad del VIH, o SIDA, que desde que se declaró como enfermedad en 1981 hasta la fecha lleva más de 25 millones de víctimas mortales. La gran diferencia entre esa pandemia y la actual es que aquella ataca a determinados grupos de población de alto riesgo por contacto sexual, mientras que la actual lo hace a cualquier persona sin distingo alguno.

Entre 1918 y 1920 se dio una de las peores pandemias de la historia: la gripe española, que mermó la población mundial un 6%, causando casi 100 millones de muertes. La cuarta pandemia más mortífera data de la Edad Media: la peste negra o bubónica, provocada por la condena a muerte que hiciera el Papa Gregorio IX de los gatos, por considerarlos diabólicos y cosa de brujas, lo que produjo una superpoblación de ratas, cuyas pulgas tenían la bacteria Yersinia Pestis. Afectó al continente europeo durante el siglo XIV causando más de 75 millones de muertes en muy poco tiempo (en un año, entre 1346 y 1347, dejó más de 25 millones de muertos)

Al sarampión se le adjudican al menos 200 millones de muertes. Esta enfermedad, que lleva más de 3000 años en el planeta, actualmente se considera erradicada gracias a las vacunas. Sin embargo, la mayor pandemia de nuestra historia es la viruela, con más de 300 millones de muertes por su culpa. Actualmente esta enfermedad está erradicada y se vigilan muy de cerca las muestras de virus que se guardan en laboratorios.

El ébola no llegó a constituirse como pandemia porque, aunque causó una gran mortandad, su presencia se dio solo en un área geográfica determinada, en unos pocos países de África occidental, mientras que el coronavirus se ha regado por prácticamente todo el mundo (el prefijo pan significa todo), gracias a la aldea global en que vivimos, donde alguien puede hoy desayunar en América, almorzar en Europa y cenar en Asia o África.

LO DE AHORA

La última vez que la Organización Mundial de la Salud utilizó la categorización de “pandemia” fue con el brote de la gripe A H1N1 -también llamada en un principio “gripe porcina”- en 2009. Era la primera vez en cuarenta años que un nuevo virus de la gripe aparecía y desataba una enfermedad a gran escala alrededor del mundo.

El nuevo tipo de influenza A fue identificado por primera vez en Estados Unidos en abril y se propagó rápidamente por ese país y el mundo. Al menos una de cada cinco personas en el planeta resultó infectada con el AH1N1 durante el primer año de la pandemia (2009-2010), si bien la tasa de mortalidad fue solo del 0,02%.

Es poco probable que el coronavirus llegue a producir tan elevadas cifras de muertos, sin embargo, los daños colaterales que ha causado son de proporciones insospechadas, afectando severamente la economía global al paralizar el turismo y el comercio, el deporte, la cultura, en fin, todas aquellas actividades que implican concurrencia masiva de personas.

Los torneos de fútbol, así como los de tenis, la liga de baloncesto de la NBA y demás disciplinas fueron aplazados o cancelados; igual suerte ha corrido gran cantidad de conciertos, obras de teatro y demás eventos que aglomeren mucha gente. Las grandes empresas de cruceros del mundo se han declarado en quiebra porque nadie quiere subirse a un lujoso barco que bien puede ser una enorme trampa.

El gobierno norteamericano prohibió la entrada de aviones procedentes de Europa y lo mismo hicieron los demás países, suprimiéndose hasta los vuelos nacionales. Las imágenes de Venecia completamente desolada no se veían ni en la segunda guerra mundial, y como ella muchas otras ciudades turísticas.

Muchas historias dramáticas, como la del actor Luca Franzese, quien quedó atrapado dos días en su apartamento con el cadáver de su hermana fallecida por el contagio, sin que nadie se acercara a ayudarle por el temor a correr la misma suerte, parecen escritas por los más creativos guionistas de cine de terror.

El impacto en la economía ha sido terrible, como lo registra la caída en las bolsas de valores de Nueva York, de Bogotá y de todo el mundo.

El valor de las acciones – y de las compañías – se vino al suelo. El precio del petróleo en una semana bajó lo que había bajado en 30 años como respuesta a la drástica contracción de la demanda global de bienes y servicios, con lo que los niveles de desempleo aumentan en todos los países. Todo esto ha caído por sorpresa, la rápida expansión de la pandemia no le ha dado tiempo a nadie, a ningún país, de prepararse diseñando alternativas. Como se dice coloquialmente, el coronavirus agarró al mundo entero con los calzones abajo.

Por fortuna no hay mal que dure cien años y al parecer la crisis se hará sentir entre tres y seis meses más. Sorprende que, pese a que todos los centros de investigación del planeta se han concentrado en lograr la vacuna contra el virus, aún no se consigue. La solución por ahora es permanecer en casa y lavarse las manos a cada momento.

Como en todo, no hay mal que con su bien no venga: el aire y las aguas del planeta se han limpiado y el confinamiento del homo sapiens ha hecho que la naturaleza rebrote. Han vuelto los delfines a algunos ríos de Europa, los gansos a las calles de Madrid y los ciervos a las carreteras de Massachusetts.

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