Quizá la gran lección que a todos nos ha dado – nos sigue dando – la pandemia del coronavirus es la enorme importancia de tener siempre un plan B. La vida no es ahora tan plana, tan predecible, como lo era antes, nos presenta circunstancias sorpresivas, como la pandemia actual, o como un cambio de régimen político, tal como le sucedió a Venezuela y comienza a sucederle a España. O como lo puede ser un cambio de país, un cambio tecnológico que nos desplace laboralmente, o las consecuencias imprevistas de un nuevo amor. Cuando menos pensamos nos puede cambiar drásticamente la vida.
Esto es algo que tendremos que reprogramar en el proceso formativo de nuestros hijos, será necesario que se desenvuelvan tan bien con el hemisferio derecho como con el izquierdo, y así desarrollen las habilidades necesarias para tener pensamiento lateral y con ello puedan resolver los retos que la vida les presente. Esto hace mucha falta.
Prueba de ello es que ahora todas las actividades económicas, todas las profesiones liberales y las artes y oficios de diversa índole se han visto gravemente afectadas en el mundo entero. Quien ha ejercido el derecho o la odontología por muchos años no sabe hacer cosa distinta y pasa serias dificultades en una situación crítica como la actual.
Distinto a los médicos y enfermeras, a quienes se les triplicó el trabajo, la responsabilidad y el riesgo, el resto de profesionales ha visto cómo su sobrevivencia ha alcanzado estados casi críticos por la falta de ingresos en esta larga temporada de cuarentena universal provocada por la Covid19.
Es el caso, por ejemplo, de los abogados litigantes, los odontólogos, los cirujanos plásticos, los agentes turísticos, los chefs, peluqueros y estilistas, sastres, en fin, prácticamente de todo el mundo. El mercado laboral se redujo a niveles que eran insospechados hace apenas unos pocos meses. Era inimaginable que la vida nos cambiara de rumbo de manera tan brusca, sin darnos tiempo a prepararnos en el aprendizaje y entrenamiento en oficios distintos a aquellos para los que nos formamos.
Anteriormente los procesos de cambio se gestaban de manera gradual y no tan abrupta como ha sido ahora, cuando de la noche a la mañana desaparecieron los clientes por cuenta de la cuarentena y se debieron cerrar almacenes, oficinas, consultorios, hoteles, gimnasios y demás. Nadie había previsto que algo así sucediera.
Buena parte de quienes han quedado cesantes han volteado a mirar a la gastronomía como tabla de salvación hasta que amaine el temporal. Entonces improvisadamente en las redes sociales ofrecen pasteles, arepas y hamburguesas, con el poderoso argumento de que la gente se verá obligada a comprar porque no puede morirse de hambre, pero sin ninguna planificación para esta nueva actividad, lo que en buena parte de los casos hace fracasar el nuevo negocio.
Lo importante es conservar la meta
De ahí la importancia de que desde pequeños nos preparen para saber manejar contingencias, especialmente para ser previsivos y tener la capacidad de formular un plan alternativo a lo que hacemos, siempre será muy ventajoso tener un plan de emergencia bajo la manga. Reiteramos: siempre, tanto en tiempos de normalidad como de emergencia.
Planificar siempre considerando la variable ¿qué pasa si…? no es propio de quienes sufren de paranoia, de quienes son pesimistas o de quienes tienen personalidades inseguras. Por el contrario, es característico de personas muy inteligentes que tienen la capacidad de imaginarse un mundo paralelo, de diseñar escenarios alternativos. Son personas muy prácticas que saben bien que lo único que tenemos seguro es la muerte y los impuestos. Creer ciegamente en el plan, descartando cualquier eventualidad, puede ser un error. Difícilmente se venderían tiquetes para abordar cruceros que no lleven una prudente cantidad de botes salvavidas.
Quienes escribimos muchas veces nos encontramos con que alguien se nos adelantó con un artículo muy parecido al que pretendemos y entonces nos toca echar mano de la creatividad para darle un giro diferenciador a la narrativa que llevamos. Con esta manera de remontar imprevistos aprendí que muchas veces el plan B puede salir mucho mejor que el plan original
Siempre escuchamos aquello de que no hay que poner todos los huevos en la misma canasta, pero no desarrollamos el concepto, no nos ejercitamos para aprender a encontrar alternativas, no nos entrenamos para ir en la búsqueda de otras formas de hacer las cosas.
Desde un plan B pequeño hasta uno grande, todos son válidos si resuelven un escenario dificultoso y nos acercan al objetivo deseado. A menudo nos encontramos con deliciosas pizzas o postres preparados por un arquitecto o ingeniero quien, por haber perdido su trabajo, comenzó a hacer algo para sobrevivir y ahora tiene prósperas empresas con varias sucursales.
Generalmente no los diseñamos por pereza, más que por confianza en el plan A. Sin embargo, abundan los ejemplos de planes B que resultaron muy exitosos, basta recordar los casos de Serguéi Brin y Larry Page, fundadores de Google, o los de Henry Ford, Steven Spielberg, Walt Disney, Steve Jobs y unos cuantos más.