No lo notamos porque es un proceso que se da gradualmente con el avance arrollador de las redes sociales como medio de interacción con nuestros semejantes, pero el concepto de amistad, de amigos, viene cambiando, y mucho, gracias a las plataformas digitales a través de las cuales socializamos con los demás.
Ahora es fácil encontrar a quienes muy orondos dicen tener más de mil amigos en el “face”, cuando tradicionalmente se había tenido como tales a “combos” o “patotas” que no pasaban de una docena de amigos con quienes nos frecuentábamos para dialogar, reír, discutir o simplemente pasar el tiempo. Ahora de esa docena si acaso conservamos una o dos amistades reales, las otras diez han sido remplazadas por miles de amistades virtuales que, no nos mintamos, no nos producen la misma satisfacción que antes nos prodigaba reunirnos en una esquina.
Uno puede encontrar de manera rápida y fácil a miles y millones de personas con las que podemos compartir ideologías, gustos y afinidades (moda, deportes, política, religión, literatura, etc.), pero más importante que tener los mismos intereses es tener los mismos valores morales, y esto ya no es cuestión de cantidad sino de calidad de amigos, y esto es con pocos, muy pocos en verdad.
En algún artículo anterior de Unicentro Contigo decíamos que, lastimosamente,la tecnología en lugar de acrecentar las amistades ayuda a su
extinción. Los mensajes instantáneos han remplazado a las conversaciones profundas y esto va en detrimento mortal del amor y la amistad.
La tecnología distorsiona la distancia que tenemos de los demás haciendo aparecer como amigos cercanos a quienes para nada lo son. Haga un ensayo: deje de enviar mensajes por un mes y dedíquese a esperar a que le escriban a usted, al final verá cuan decepcionante es el resultado.
El punto no es que las redes sociales son malas per se. Ellas son muy útiles porque nos ayudan a construirpuentes para estar en contacto con las otras personas, pero no nos acercan a ellas. Una amistad se estrecha cuando, además de mantener el puente, nos relacionamos personalmente, face to face – no Facebook to Facebook – con los demás. Una cosa es un contacto, otra muy distinta es un amigo. La amistad tiene su dosis de amor, y los afectos demandan cercanía entre los actores. Sin suda la virtualidad ofrece muchas ventajas, como la inmediatez y la masificación en la comunicación, pero no te permite vislumbrar aquellas cualidades que te resultan esenciales en el otro para considerarlo tu verdadero amigo. A su vez, las redes jamás harán que seas valorado en tu verdadera dimensión por tus cualidades humanas y personales. Pero produce una falsa sensación de éxito social esa cantidad de “likes” que les dan nuestros contactos a las diferentes tonterías que publicamos en las redes. Parece que nos importa más ese éxito que el grado de profundidad que podamos darle a una buena amistad.