Toda la vida ha existido la fascinante leyenda que se ha tejido en torno a un gigantesco tiburón que destroza barcos y muerde y come todo lo que encuentra a su paso. En el año 1975 un enorme tiburón blanco de 7 metros siembra el terror en las playas de Amity Island. Durante varios días, los bañistas son atacados por este escualo, hasta que finalmente el policía Martin Brody provoca la muerte del temible animal al hacer estallar un tanque de buceo que había quedado alojado en su boca.
La anterior fue la trama de Tiburón, una película dirigida por Steven Spielberg y que desarrolla la trama que acabamos de resumir. Este tiburón que medía 7 metros podía dañar fácilmente incluso las embarcaciones menores. Esto es suficiente para imaginar lo que haría un tiburón del doble de ese tamaño.
Hace 19 millones de años, un tiburón de aproximadamente 14 metros (aunque algunos estudios sugieren que podía alcanzar los 18) dominaba los mares de la Tierra. Se trataba del Otodus Megalodon, un escualo que era similar al gran blanco en apariencia, aunque no pertenecía a su familia, y ocupaba la cima de la cadena alimenticia.
Con dientes que medían entre 17 y 18 cm de largo, fue bautizado como megalodón (del griego antiguo megalou, ‘grande’, y odon, ‘diente’) por Louis Agassiz en 1835, cuando este naturalista suizo realizaba una investigación sobre peces fósiles.
Desde su descubrimiento, se han planteado distintas teorías acerca de la extinción del megalodón, e incluso se ha especulado en el imaginario colectivo la idea de que sigue vivo. Sin embargo, su extinción es un hecho; lo que sigue siendo un misterio son las causas.
Algunos investigadores apuntan al tiburón blanco como el responsable. Un estudio realizado por Thomas Tutken, profesor de la Universidad Johannes Gutenberg en Alemania, Michael Griffiths, de la Universidad William Paterson en Estados Unidos, y otros colaboradores sugiere que el megalodón y el gran blanco coincidieron y que tuvieron posiciones similares en la cadena alimenticia, lo que los llevó a competir por las mismas presas (como ballenas y delfines) en la cual fue derrotado el “diente grande”.
A esta conclusión se llegó después de analizar las pistas químicas en 13 dientes fósiles de megalodón y compararlas con dientes de varios tiburones no extintos, otorgando mayor importancia a los del tiburón blanco. Esto significa que el megalodón empequeñecería a cualquier tiburón moderno comparable.
El tiburón depredador más grande de la actualidad es el gran tiburón blanco, que alcanza una longitud de 4,9 metros. El megalodón puede haber sido tres o cuatro veces más largo. El tiburón ballena moderno está a la par con el megalodón, pero no es depredador.
Ambos son eclipsados por las ballenas barbadas más grandes. Las ballenas azules son los animales vivos más grandes y pueden alcanzar los 30 metros. El resultado de estos números es que el megalodón no está en disputa por el título de animal más grande, aunque bien pudo ser el tiburón y el depredador más grande que jamás haya existido.