Imagínese que, como en el extraño mundo de Subuso, usted, apenas recibe su salario o cualquier tipo de ingreso, debe correr a gastarlo en un santiamén antes de que pierda, al menos, la mitad de su valor. Así se vive – o, mejor, sobrevive – en medio de una inflación tan espantosa como la que tiene Venezuela y que se aproxima a convertirse en la más alta que haya conocido el mundo entero: 10.000.000% anual.
Así las cosas, el día anterior a recibir su pago, el venezolano debe tener definida la lista de sus necesidades prioritarias, así como de dónde encuentra lo que necesita, para no perder tiempo valioso dando vueltas, actualiza el precio de lo que comprará y lo multiplica por dos, previendo lo que le costará mañana. Al día siguiente, tan pronto recibe el dinero, bien sea en efectivo o por transferencia, tiene que volar a gastarlo. Es preferible tener una cosa que le haya costado un millón de bolívares a tener ese dinero entre el bolsillo: la cosa puede perdurar, mientras que el dinero se le esfuma en horas. Cada vuelta de la espiral alcista se eleva más y más.
Es una cosa de locos lo que allá se vive. En una semana el dolar pasó de 9 millones a 17 millones de Bsf, es posible que cuando usted lea esta nota ya supere los 35millones. Nada, absolutamente nada le sale bien al gobierno, o que demuestra que no tiene el menor interés en que las cosas funcionen. El petro fracasó, el nuevo sistema para echar gasolina no arrancó, no controla la inflación ni el valor del dólar, nada, todo va al garete. Y lo peor aún no ha llegado.