Se dice que, en unos cuantos siglos, cuando los arqueólogos revisen las ruinas de lo que fueron nuestras ciudades de hoy, encontrarán muy seguramente botellas, artículos de plástico y huesos de pollo. Estos últimos serán infaltables porque vivimos en el mundo de los pollos. Con una población (23.000 millones) que triplica a la especie humana el pollo es el ser vivo vertebrado más numeroso del planeta.
Hasta hace unos cincuenta años el pollo se comía solo en ocasiones muy especiales, aún se utilizan expresiones como “y quién pidió pollo” que reflejan el nivel gastronómico que tenía. Hoy día es un negocio alimentario global que mueve miles de millones de dólares al convertirse en la carne más consumida en el mundo por su bajo costo y poca cantidad de grasas, además de que no tiene prácticamente ninguna restricción de carácter religioso.
Como es fácil imaginar, el pollo que conocemos hoy no se parece mucho a sus lejanos parientes que lo originaron, sus ancestros eran unas aves de corral silvestre que procedían del sudeste asiático.
El pollo de hoy es una versión irreconocible, sobre todo desde hace unos 25 años, cuando la ingeniería genética hizo su trabajo de mejoramiento de la raza, modificándolo selectivamente para que engorde de manera más veloz. El ave fue domesticada por primera vez hace alrededor de 8.000 años y se esparció rápidamente por el mundo como fuente de carne y huevos.
Entre 98 y 100 millones de toneladas de carne de pollo se producirán en el mundo este año que comienza, estando los mayores productores en Estados Unidos, China y Brasil. Se sacrificarán unos 80.000 millones de pollos y algo menos de 2.000 millones de cerdos.