El despliegue de poderío militar exhibido por Rusia en desarrollo de los ejercicios llamados Vostok 2018 no se veía desde hace 37 años, cuando en plena Guerra Fría, en 1981, sorprendieron al mundo con sus novedades en materia de fuerza y tecnología bélica.
Lo que acaba de hacer Putin entre el 11 y el 17 de septiembre pasado, en asocio con China y Mongolia, países que se vincularon a estos ejercicios no tiene parangón en la historia y bien puede considerarse como una seria advertencia. Las cifras así lo demuestran: más de 300.000 soldados rusos y 3.200 chinos participaron en los “juegos” llevados a cabo en Siberia. Entraron en acción 36.000 tanques y otros vehículos blindados, más de 1.000 aviones y helicópteros artillados, incontables lanzaderas de misiles, además de 80 buques de guerra de dos flotas rusas y miles de paracaidistas. A esto se suman los chinos con más de 900 piezas de equipo militar y 30 aeronaves de ala fija y helicópteros.
La pregunta es ¿para quién va el mensaje? Aunque, en principio, dice el gobierno ruso que el extremismo islamista es una amenaza para su seguridad, no resulta muy razonable porque así no se combate al terrorismo y Vostok 2018 lo que demuestra es el enfoque de Rusia de prepararse para conflictos a gran escala, de hecho, el objetivo clave de los ejercicios era practicar el despliegue rápido de miles de tropas, así como de aviones y vehículos, desde el oeste de Rusia hasta las regiones orientales, a lo largo de miles de kilómetros. Parece ser que las graves sanciones económicas impuestas por USA a Rusia luego de que esa nación invadiera a Crimea tiene muy molesto y afectado a Putin. No resulta tranquilizador que le hagan a alguien tan impredecible como Trump esta clase de alardes de poderío.