BUEN VIAJE | EVITA EL JET LAG

Es algo de lo que escuchamos hablar hace años, pero muchos, aún, no están muy familiarizados con el concepto y hasta ahora, nadie ha podido dar con una cura milagrosa para los incómodos efectos que puede tener en nuestro organismo este síndrome.

Llegó la hora de las vacaciones y si algo debe tenerse en cuenta a la hora de viajar lejos es este temita. El concepto comenzó a utilizarse en la década de los 60.

Los aviones comerciales se habían hecho populares y cada vez más personas alrededor del mundo tenían la posibilidad de subirse a una aeronave para viajar a otras latitudes.

En esa época, los síntomas de este síndrome -cuyo uso ahora es vox populi-, mantenían preocupados a los tripulantes de estas novedosas máquinas que revolucionarían nuestra forma de habitar el mundo.

Ya en 1965, la Federal Aviation Administration (FAA) de los Estados Unidos se puso en alerta y pidió estudios para comprender el alcance los efectos que los cambios en el denominado reloj biológico del cuerpo humano estaban teniendo en la salud física y psíquica de sus tripulaciones.

Ese malestar ya se había hecho patente entre quienes operaban las aeronaves, los noveles pasajeros, los pilotos e incluso deportistas de alto rendimiento que viajaban fuera de sus países para competir.

Esos estudios revelaron que el cambio rápido entre husos horarios, sobre todo cuando se trata de viajes transmeridionales, afecta de manera significativa lo que comúnmente conocemos como reloj biológico, afectando nuestras condiciones fisiológicas básicas.

En lenguaje científico, lo que también se conoce como ritmo circadiano, corresponde a las oscilaciones de nuestras variables biológicas en intervalos de tiempos regulares -aproximadamente 24 horas en el caso del ser humano-, las que tienen una incidencia crucial en la regulación de nuestros periodos de sueño y vigilia.

Es ese equilibrio el que se desbalancea cuando cruzamos múltiples zonas horarias, teniendo un efecto en los hábitos asociados a la regulación de nuestro ritmo circadiano como lo son las horas de exposición a la luz, las horas de sueño y las comidas.

Según el mundo científico, el periodo en que nuestro cuerpo se adapta y ajusta su funcionamiento a la nueva zona horaria es lo que se ha llamado jet lag. Hasta ahora hay cierto consenso en que el cuerpo tarda alrededor de un día por zona horaria que se cruza en volver a ajustar el día interno con el externo.

La luz es increíblemente importante para ajustar el día interno al mundo externo. Nuestro reloj biológico está regulado de manera crítica por la luz de día y de noche. Por lo mismo, si nuestro cuerpo recibe luz de día cuando en realidad el reloj biológico le sigue diciendo que debería estar durmiendo -de acuerdo al huso horario de origen-, se genera un desajuste entre el día externo y el día interno.

Los principales síntomas del jet lag son: fatiga o excesivo cansancio, somnolencia en horarios de vigilia, insomnio durante la noche, mala calidad del sueño, y problemas de concentración y memoria. Puede haber cambios asociados de ánimo.

El jet lag también puede provocar indigestión, náuseas, estreñimiento, cambios en el apetito y ansiedad leve.

Los síntomas dependerán de la extensión del viaje, de lo drástico que sea el cambio del huso horario entre el lugar de origen y destino, además de las condiciones físicas y psicológicas de cada persona.

Asimismo, la duración de sus efectos en nuestro cuerpo también puede variar entre individuos.

Entre las cosas que se pueden hacer para prevenir efectos severos, los médicos recomiendan algunos tips para antes, durante y después del vuelo.

Por ejemplo, se sugiere tomar importantes cantidades de agua antes del viaje, además de tratar de sintonizar con los hábitos de sueño de la zona de horaria de destino.

Si viajas hacia el Oeste, busca la luz de la mañana; si viajas hacia el Este, evita la luz matutina en la nueva zona horaria, pero busca luz por la tarde, y eso te ayudará a adaptarte más rápido.

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