La activación de la Carta Democrática a Venezuela nos compete y alcanza a todos porque pone en la mesa de discusión algo tan vital para cualquier persona como el tema de la libertad, los derechos humanos, las garantías fundamentales, la democracia.
Luego de los horrores vividos en el medio siglo precedente en América Latina por cuenta de las dictaduras militares (en Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Perú, El Salvador, Nicaragua), la OEA se empeñó en la preservación y la promoción de la democracia como garantía fundamental para la coexistencia pacífica de los pueblos. Sólo los regímenes democráticos con clara separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, pueden garantizarle los derechos esenciales al ser humano.
Ese propósito de la OEA se protocolizó en un instrumento llamado Carta Democrática Interamericana, que de manera curiosa y coincidencial había sido pedido en forma angustiosa por Hugo Chávez desde que asumió el poder porque sentía que su gobierno podría caer. La carta se suscribió por todos los países el mismo día del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York (11-09 – 01).
Ahora, cuando no le conviene, el gobierno venezolano la rechaza por “injerencista”. Lo cierto es que a partir de su activación – que ya se dio – se asume que a Venezuela no le queda otra opción diferente a la salida del régimen actual y acatar lo que la constitución dispone para ello (revocatorio) este año. De no hacerlo sería expulsada de la OEA y tratada como un país paria por el resto del continente, quedando así por fuera de cualquier corriente financiera, de comercio, de capitales, de turismo, etc.
El cierre de las cuentas bancarias en USA del Banco Central de Venezuela es un elocuente anticipo