Todo lo que nos compone y todo lo que nos rodea está gobernado por ciclos con sus r e s p e c t i v o s ritmos. Nuestro corazón tiene el suyo con la cantidad de latidos por minuto, la tierra tiene uno de rotación cada 24 horas y otro de traslación cada 365 días, y el cosmos lo propio con ciclos que se cumplen cada ciertos siglos y milenios, como el paso de cometas.
Absolutamente todo se basa en ciclos, por ello hay ciencias que se especializan en este tema en cada materia. Se sabe, por ejemplo, que así como hay ciclos menstruales, los hay intelectuales (hay días del mes que somos más inteligentes), físicos (hay días que tenemos mayor fuerza y resistencia). Las cuatro estaciones son ciclos perfectos, como las mareas o nuestra respiración. El rango de frecuencia es enorme, mientras que los latidos del corazón de un bebé son más de 100 por minuto, el ciclo migratorio de una golondrina es de solo un viaje de ida y vuelta cada año.
Lo cierto es que el hombre no puede aislarse de la sincronía rítmica del mundo porque él forma parte de los ciclos y estos hacen parte de él. La comprensión de estos fenómenos en la biología humana le merecieron el premio Nobel de medicina a tres investigadores norteamericanos -Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young – por sus descubrimientos sobre los mecanismos moleculares que controlan los ritmos circadianos.
El trabajo de los tres investigadores ha sido clave para saber cómo se sincroniza nuestro reloj biológico interno con las diferentes fases del día e identificar los diferentes componentes moleculares que intervienen en este proceso.
Esto es esencial, por ejemplo, para saber cuál es el momento más indicado del día para tomar algunos medicamentos, o para manejar en mejor forma el jet lag, que es ese descontrol total que le causamos a nuestros ritmos circadianos cuando
viajamos en avión cruzando varios meridianos. Es el caso de la grave dificultad que este mes enfrentará el equipo de fútbol de Honduras que jugará el partido de vuelta en Australia tan solo cuatro días después de haber jugado el primer encuentro en Tegucigalpa.
Mejor suerte le tocó a Perú, que inicia la ronda en Nueva Zelanda, lo que le da los diez días que se requieren para reacomodar el reloj biológico para una competencia tan exigente.