¿Qué será menos difícil: educar y formar a una hija o a un hijo? Siempre se dijo que con las hijas el tema era de más cuidado, mientras que con los varones era más relajado porque, como los gatos, siempre caen parados. Lo cierto es que una formación responsable demanda atención especial en ambos casos. Se deben conocer y tener bien claros los riesgos que corren nuestros hijos y que pueden malograr su crianza.
El infierno de las drogas, las malas compañías que les induzcan a actividades delictuosas, las religiones alienantes, el afán de dinero fácil, un mal amor que les anule la posibilidad de ser felices, y muchos otros peligros están ahí a la vuelta de la esquina, acechándoles a diario. Es imposible resguardarlos en burbujas blindadas, tienen el derecho a ser libres y vivir su vida.
Lo que como padres nos corresponde entonces es actuar con mucha inteligencia, apoyándoles en la definición temprana de sus propios proyectos de vida, alumbrándoles y señalizándoles muy bien el camino para que en una especie de autonomía supervisada tomen sus propias decisiones y avancen por el rumbo correcto. Es más efectivo esto que andar corrigiendo la ruta con timonazos de chancleta, correa, gritos o insultos.
En el caso de las hembras el temor principal que tenemos ahora los padres no es a que pierdan la virginidad, eso parece estar ya totalmente revaluado, el miedo se centra entonces en que se enamore del chico equivocado y termine desgraciándose la vida con un embarazo prematuro, sin haber estudiado una carrera universitaria y dependiente y sometida a un tipo que la avergüence. No puede haber tragedia peor. Es inevitable que un buen día se enamoren, y eso está bien. En eso tenemos que actuar muy proactivamente y anticiparnos para que de esa etapa en que se enfrentarán las hormonas con las neuronas estas últimas sean las vencedoras. Con ellas el padre tiene que ser muy cariñoso y generoso para evitar que el día de mañana, como en el canto de Escalona, no “venga ese sinvergüenza, nariz parada, patillalero, a entusiasmarla con su camión”.
Si la niña se enamora haciendo su bachillerato hay que alentarla a que se gradúe pintándole el mundo universitario como el escenario más prometedor en materia de pretendientes interesantes, luego, para evitar que se trunque su carrera por un mal enamoramiento hacemos lo mismo haciéndole ver que ya en el mundo profesional conocerá admiradores de más alto nivel, como ella se lo merece. Y luego igual, cuando curse su postgrado en una buena universidad. Esta es una fórmula multipropósito eficaz, pues a la vez que les previene de caer en amores inconvenientes les alienta a escalar hacia un mundo de posibilidades de mejor nivel. En esto es mejor lo que dice Escalona en La Casa en el Aire: “el que no vuela no llega allá”
Con los hijos varones los peligros son mayores y debemos obrar con especial cuidado. Hay que hablarles escuetamente de las drogas, diciéndoles que hay dos cosas de las cuales no hay regreso: la adicción a ellas y el sida; que a ambos mundos se ingresa en experiencias que seguramente resultan muy agradables y que es ése precisamente el peligro a evitar. Sobre el encanto del dinero fácil y rápido abundan los ejemplos aleccionadores a utilizar para mostrar las desgracias que conlleva. El dinero en los hombres y la belleza en las mujeres, cuando no se tiene sustrato no tienen valor alguno.
Del sexo se debe conversar más descarnadamente aún. Es claro que a los muchachos las ganas le ganan al miedo y es así como, igualmente, se pueden desgraciar la vida embarazando alguna niña y asumiendo compromisos definitivos a una edad en la que no se tienen bien definidos los criterios para asumirlos. Tener hijos mientras se está en la etapa formativa es un amarre bien frustrante que pone en grave riesgo cualquier proyecto de vida exitoso.
Igual que hacemos con las hijas, a los varones debemos inculcarles que en la medida en que avancen en sus estudios y formación profesional se les facilitará conquistar la mujer que deseen, sea ella quien sea.
Con todo, formar a los hijos es la responsabilidad más grande de nuestra existencia. Debemos hacerla, además, muy gratificante con sus triunfos académicos y profesionales. Sólo podremos lograrlo siendo sus amigos, escuchándoles y ganando su confianza, mostrándoles siempre horizontes espectaculares.