Es muy probable que la gran mayoría de turistas que visitan Uruguay lo hagan porque ya están cerca, como en Argentina. La cantidad de frecuencias semanales de vuelos entre Bogotá y Montevideo así lo indican, mientras que de esta ruta sólo hay una oferta de 4 viajes por semana, entre Bogotá y Buenos Aires hay 58.
Estando en Argentina resulta atractivo conocer a un país que queda solo a un par de horas en barco, en un viaje asombroso por la gran velocidad a la que se desplaza la nave y la comodidad de la misma. El servicio lo presta una empresa uruguaya, fundada por un argentino nacionalizado uruguayo, que tiene sus oficinas principales en Buenos Aires, y cuenta con muy modernas embarcaciones que operan con hidrojets que utilizan gas natural licuado como combustible y sirven como ferries, transportando hasta 1.000 pasajeros y 150 automotores. El trayecto se hace sobre el Río de la Plata, cuya inmensidad nos hace dudar si no estamos realmente en el océano Atlántico. La velocidad del viaje es tal que podemos tomarnos un café en un pocillo lleno sin derramar una gota.
En Uruguay, que de por sí es un país muy pequeño, parecen coexistir dos países bien diferenciados: una cosa es Punta del Este y otra Montevideo. La primera tiene su estilo muy americano, es una especie de Miami pequeño, con hoteles, casinos y edificios fabulosos, una de las famosas Torres Trump está próxima a ser terminada. Las playas posiblemente sean maravillosas para ellos, pero quienes conocen las playas colombianas del parque Tayrona, de San Andrés o de Barú, no se impresionan mucho.
Lo recomendable entonces es alquilar un auto y pasear por la campiña uruguaya, donde se encuentran grandes viñedos y sitios tan interesantes como Casa Pueblo, la residencia que se construyó el célebre artista Carlos Páez Vilaró – pintor, ceramista, escultor, muralista – con un diseño muy propio de una luminosa mente creativa, con un diseño tan particular que al terminarla dijo: “Pido perdón a la arquitectura por mi libertad de hornero”.
En Ciudad del Este, como en todo Uruguay y al igual que en Argentina, se siente la fuerte presencia brasilera, con lo que en cualquier tienda o restaurante sus empleados son perfectamente bilingües español-portugués. Al salir en el autobús de regreso de Ciudad del Este a Montevideo se siente el paso del primer al tercer mundo, la vía pasa por pequeños poblados que muestran claramente el subdesarrollo de muchos pueblos latinoamericanos, en una experiencia similar a la que se vive al cruzar la frontera entre El Paso y Ciudad Juárez.
Montevideo es el otro país del que hablamos al inicio de la nota, pareciera que la zona antigua hubiera quedado en obra gris, se nota una fuerte actividad y tendencia política en las paredes llenas de grafitis. Los precios prácticamente duplican a los que se pagan en Argentina por un buen asado con vino y la gente se queja del costo de vida elevado para ellos. El edificio más emblemático de la ciudad antigua es el Palacio Salvo, que es una especie de réplica del Palacio Barolo de Buenos Aires, construido unos cuatro años antes. El malecón sobre el Río de la Plata es, además de enorme y bonito, el lugar preferido por los jóvenes para sentirse alegres y desentendidos de la cosa política.
Siendo un país tan futbolero, protagonista inolvidable del célebre “maracanazo” cuando derrotó a Brasil en la inauguración del monumental estadio Maracaná en el campeonato mundial de 1950, uno esperaría un mejor escenario para el deporte nacional que el famoso estadio Centenario de Montevideo. Sin duda alguna el General Santander, de Cúcuta, es más imponente.
Un buen lugar a visitar es el mercado del puerto, inaugurado en 1868, construido por ingenieros ingleses con la misma técnica de los esqueletos en hierro con la que luego se haría la Torre Eiffel en París, aunque también se dice que se hizo con un cargamento de hierro que iba para una estación de ferrocarril en Bolivia y fue decomisado por el no pago de los derechos portuarios. El mercado, que de mercado no tiene nada hoy día, es un referente gastronómico principal de Uruguay, donde funciona una impecable galería de restaurantes de muy buen nivel.
Cuatro días en Uruguay es más que suficiente para conocer a este pequeño país, hay que regresar a Buenos Aires y la ansiedad no da espera.
Por: Luis Raúl LópezM.