Sofía tiene 12 años. Todos los días llega del colegio antes de la hora del almuerzo. Después viene una rutina inexorable, siesta, tareas, onces. El calor del medio día empieza a conciliar con el viento de estos meses en Cúcuta, Sofía se alista para ir a nadar mientras su hermano prefiere los entrenamientos de fútbol o, a veces, el básquet que juegan en el parque de su barrio. Así pasan las tardes mis coterráneos que no tienen que luchar con el trancón, la lluvia y el frío porque no es lo mismo las seis de la tarde a 27 grados que a 7.
Y es que vivir sobre la tierra caliente trae sus ventajas, poder recorrer el piso descalzo sin miedo a enfermarse, desconocer el exceso de ropa, cobijas y medias, ver casi todos los días el sol radiante y crecer, como Sofía y su hermano, con el deporte en la agenda. No en vano, ésta ha sido una tierra fértil de destacados deportistas, incluso a nivel internacional. Acá nació la mejor tenista que ha tenido Colombia, puesto 16 en el ranking mundial. A Fabiola
Zuluaga nadie ha podido quitarle ese título. Años después, Cúcuta vio nacer al mejor gimnasta en la historia del país, el que algún día se creyó Jean-Claude Van Damme. Hoy, Jossimar Calvo con su fuerza y disciplina recorre el mundo colgándose medallas, ya pasó las 200 entre bronces, platas y oros. También con James Rodríguez compartimos gentilicio.
Tras su ejemplo y el de tantos otros colombianos, decenas de jóvenes dedican su tiempo a entrenar. Seguro, poco a poco conoceremos sus nombres, sus talentos, celebraremos sus triunfos y desde otras latitudes mirarán con orgullo a la capital de Norte de Santander.
A nuestras calles el deporte le corre por las venas, en la distancia es asombroso –y envidiable- la cantidad de personas, mil o mil quinientas, que salen por las noches a montar en bicicleta. Destaco esta cualidad, porque es mejor tener más tiempo para correr, nadar, saltar y jugar que manejar.
Ese es el mismo escenario en el que se educan personas con los valores del deporte: disciplina, responsabilidad, solidaridad, trabajo en equipo, aprender a ganar y a perder con todas sus consecuencias, entre otros. Esas mismas personas son las que nos devolverán la esperanza de tener una sociedad más educada y culta.
En manos de los adultos está apoyar esos talentos queempiezan a germinar en los más pequeños. No es una carrera fácil para los que la escogen y tampoco para los que están detrás, que dedican mucho tiempo en llevar y acompañar, gastan, a veces, más de lo que pueden al comprar implementos, en algunos casos muy costosos. Pero, al final todo tiene su recompensa, niños sanos, comprometidos, como Sofía y su hermano que bajo el cielo anaranjado y el calor de su tierra crecen felices en una piscina o un campo de fútbol soñando con ser mejores cada día y por qué no;subirse a un podio.