Recuerdo mucho el día que una gran amiga me dijo “Los ex’s, como los hijos, son para toda la vida”, y aunque en ese momento no estaba de acuerdo con su opinión, porque es claro que hay más de un ex que uno quiere borrar de su mente, esos que dan pena, que si uno se los encuentra en la calle quiere meterse debajo de una mesa para evitar hacer contacto visual, de esos que todos tenemos en nuestro pasado oscuro; hoy debo aceptar que sí son para toda la vida y que así debería ser siempre, no por ellos por su puesto, sino por todo lo que uno aprendió en el poco o mucho tiempo que compartió a su lado.
Es que definitivamente uno aprende mucho, desde cómo ser mejor novia hasta técnicas de respiración para no perder la cordura, y terminar gritándole a un patán que no tiene la más mínima idea de tratar a las personas, pero bueno, no es momento de recordar esos días, mejor quedémonos con las cosas lindas, y no me refiero a las flores, la salida, ni el viaje, me refiero a todo eso que nos regalaron sin darnos, como forjar carácter, saber manejar momentos de estrés, no dejarnos ver la cara y sobre todo dejar ir, ese ha sido el mejor aprendizaje que me han dejado mis ex’s, dejar ir, dejar ir a la gente que no aporta nada, dejar ir los malos recuerdos, dejar ir los traumas, dejar ir el “todos son iguales”, dejar ir, a eso se resume todo, porque es en ese momento cuando llegan las cosas lindas, es ahí cuando le abrimos paso a nuevas experiencias, a nuevas personas e incluso a nuevos amores.
Por eso desde hoy deberíamos empezar a dejar ir. Para qué hablar mal del ex, déjelo ir, para qué recordar los cachos que nos pusieron en el 2.009, deje ir esos cachos, hay que liberarse de todas esas historias y personas del pasado y empezar a conocer nuevas cosas, a explorar en otros lados, porque aunque nada nos asegura que allá todo estará mejor, por lo menos es algo diferente y solo por esa razón vale la pena arriesgarse.