A Falcao no deberían llamarle tigre. Falcao es un Fénix. Aquella ave mitológica que cada cinco mil años se consume en fuego y renace de sus propios despojos por artes sobrenaturales. Porque Falcao también resurgió de las cenizas. Lo hizo con una dosis admirable de paciencia y temple. Como hombre íntegro que afrontó la vida, se aferró a la esperanza y se levantó después de caer. Todo un ejemplo magistral de constancia.
Solo quien padece los tragos amargos sin arrugar la frente, quien es capaz de callar humilde cuando la censura y el mundo se le viene encima, solo quien siente su cabeza llena de espinas y carga una cruz a cuestas sin perder la integridad, es digno de heredar el camino victorioso y Radamel Falcao García Zarate, encontró en su fe, su mayor fortaleza. Es seguidor confeso de un Cristo resucitado y vencedor, un Jesús al que dobla rodillas durante varias horas del día, ya no para pedirle nada, sino para agradecerle todo.
Muchos saben que su padre le heredó el destino de futbolista y su primer nombre. También que su segundo nombre, lo heredó de un apellido celebre. El de Paulo Roberto Falcao, aquel volante rubio del Brasil del mundial España 82. Algunas generaciones aún recuerdan aquel empate parcial a dos goles ante una Italia incontenible y a Paulo Roberto gritando ese gol con lágrimas en los ojos. Después Paolo Rossi nos amargó la vida con un tercer gol y una eliminación dolorosa cuando todos éramos hinchas de Brasil. Esa tarde Radamel papá, había hallado el segundo nombre de un hijo que aún no había nacido.
García como un destino cifrado. La razón más determinante por su papá futbolista. Y porque irónicamente de niño, no le atraía el fútbol. El pequeño vivía fascinado con el béisbol. Soñaba con las proezas de Omar Vizquel, un venezolano que se hizo leyenda del béisbol mundial. Radamel fantaseaba con ganar los once guantes de oro de su ídolo en las grandes ligas, quería ser considerado el mejor campo corto de la historia como Vizquel, y anhelaba lograr como él, ser parte del salón de la fama de los Indios de Cleveland. Aún hoy día en sus vacaciones, Falcao agarra el guante y evoca las atrapadas siderales de Vizquel en busca de la pelota, para lanzar a primera y ponchar al bateador de turno. Pero el destino lo alcanzó. Una vez su familia retornó de Venezuela, el adolecente empezó a jugar a la pelota y desarrolló un talento natural de excepcionales condiciones para hacer goles. Radamel a los catorce años, ya había debutado como profesional y había marcado un gol en la segunda división colombiana.
La consagración vino en el River Plate argentino. Desde la octava división en un ascenso que sorprendió, Falcao demostró que estaba listo para escribir su nombre en el olimpo del balompié. Alli realmente empezó todo: los goles, la fama, las lesiones graves, todo. Después seis grandes clubes del mundo, la selección Colombia, una carrera de 489 partidos y 272 goles, sin contar los que le faltan por celebrar.
Ángel Cappa, técnico de futbol y creador de varias frases célebres, define a los goleadores en cincuenta y un letras: “Los goles te dan de comer y te dejan escribir poesía tranquilo.”
dejan escribir poesía tranquilo.” Falcao García es sin lugar a dudas el futbolista colombiano de mayor incidencia estadística en la etapa moderna del balompié, y el que más cerca ha estado de considerársele un galáctico por sus condiciones, figuración y poder goleador. Pero por su puesto su camino no estuvo lleno de rosas sin largas y dolorosas espinas. Dos lesiones graves de rodilla, una de las cueles le privó del mundial de Brasil y literalmente le sacó del fútbol por un largo tiempo, dejó en Falcao enseñanzas y huellas, y le aceleró una madurez profesional y humana que despierta admiración y respeto. Falcao es un goleador obstinado, de esos futbolistas sentenciados a hacer los goles de todas las facturas. Ambidiestro, de potente remate, de gran ubicación en el área, de excelente cabeceo, de olfato. De esos privilegiados que parecieran tener un GPS natural incorporado en sus sentidos, para que la pelota lo ubique en su mejor posición.
Alguna vez el brasileño Ronaldo Nazario de Lima, el mayor goleador de los mundiales dijo acertadamente: “Cuando marcas eres grande, cuando no lo haces eres gordo”
Falcao lo entendió cuando las críticas se salieron de su molde y acabaron censurándolo. Cuando la afición, la prensa, y la gente del común empezó a pensar sin decirlo que era un exfutbolista (valientes los que lo dijeron abiertamente). A esto y a más, se repuso Falcao. Sin responder, sin generar escándalos, sin vetar a nadie, solo, respaldado por su familia, con el amor a su Dios que tanto proclama, en silencio, como el ave Fénix, logró un renacimiento humilde y se echó al vuelo recobrando un prestigio gastado, con la única arma que sabe usar Radamel: los goles.
adamel: los goles. El hermoso Tuit del Mónaco, su actual equipo, la tarde en que marcó una tripleta de goles ante el Dijon, es un homenaje a ese muchacho al que todos conocen como el felino del área: minuto 60’ Pedimos disculpas… ¡Se nos escapó un Tigre en Dijon! ¡Está desatado y quiere más! ¡Lleva 3 por ahora! El ave Fénix quiere más. Va por más. Aún le faltan muchos vuelos de gloria.