Entendiendo a la sociedad como una máquina que ingiere información y solo la vomita de manera diferente, he observado cómo a través del tiempo diferentes líderes políticos y religiosos ajustan el concepto de ´´bien y mal´´. Lo que hoy puede ser bueno, en diez años es inaceptable y hace más de un siglo, la normalidad. Este día de mayo de 2023, en al menos 78 países siguen matando personas solo por ser «diferentes». La cultura y la sociedad son como placas sísmicas que se mueven intentando encontrar acomodo en una tierra cuyo valor real se encuentra lejos de los cánones estructurados, muchas veces guiados por acuerdos políticos o religiosos que solo buscan tener un control sobre la humanidad.
Hoy en día América Latina mantiene una lucha constante en contra de la discriminación de cualquier tipo, ya que hemos pasado por años y años de guerras sin sentido, situaciones que solo han fracturado la esencia de la humanidad, guerras que han buscado encasillarnos y amaestrarnos hasta el punto en el que apretamos el gatillo en contra de nosotros mismos; son absurdas todas las clases de historia a las que nos vemos obligados a asistir, esas clases que a través del tiempo han sido modificadas para beneficio de algunos, o han sido escritas según lo que un pequeño grupo considera «correcto».
Mi nombre es Amérika Guerrero, y he sido ensamblada de la misma manera que el resto, pero me he negado a seguir con los estigmas de una sociedad sin antes detenerme a cuestionarlos, entendí que sentir, amar, escucharme y vivir sin hacer daño al otro no tiene nada de malo, yo me he aceptado; formo parte de un pequeño grupo de «agentes extraños», y sin duda me causa gracia la sorpresa que es para algunos ver dos personas del mismo sexo amándose, existiendo, así como tampoco entiendo ese discurso de «Estamos en pleno siglo XXI, las sexualidades diversas en estos días son lo normal», palabras que muchas veces son vacías y dichas hasta con enfado.
Aunque existen miles de kilómetros de distancia y años de diferencia, la historia evidencia como las sexualidades diversas han sido parte de la humanidad, desde aquella mujer llamada Safo que se embriagaba con el cuerpo y el alma femenina, aquella mujer que escribió hermosas líneas a Afrodita, aquel ser que saciaba sus deseos entre poemas y sueños, o por ejemplo, las mujeres Salzikrum en Oriente, esas «hija-hombre» con claras inclinaciones lésbicas, esas mujeres que según el código Hammurabi eran las únicas con el derecho de heredar gran parte de los bienes paternales, y así tener la posibilidad de comenzar una familia con una o varias esposas. En la Antigua China la Corte realizaba casamientos a lesbianas, y existía una asociación llamada «La Orquídea Dorada», cuyos miembros eran mujeres y muchas de ellas vivieron en pareja de por vida; estas agrupaciones sobrevivieron hasta el siglo XX, se les permitía adoptar niñas y hacer intercambio de presentes en sus bodas.
Sin duda el concepto de homofobia nace de la cultura occidental; en la edad media europea la condición homosexual fue reprimida y oculta, auqnue no existían leyes que castigaran el lesbianismo, hasta el año 1260 en los Li Livres de Jostice et de Plet se lee que «Mujer que este con otra mujer debe perder cada vez un miembro y a la tercera debe ser quemada», sin embargo, esto no pudo frenar los sentimientos de una mujer por otra. El cristianismo fue a su vez un gran detonante y responsable del cambio de mentalidad acerca de la homosexualidad, a pesar de los grandes principios del Evangelio enseñados por Jesús y los apóstoles: «Ama a Dios con todo tu corazón, y ama a tu prójimo como a ti mismo”, “No juzguen a otros, para que Dios no los juzgue a ustedes”, “… El fruto del Espíritu Santo es el amor…contra esto no hay ley.” La iglesia en su interpretación sentenció la homosexualidad como algo «contra natura», un pecado, una enfermedad, un error, y en el caso de las mujeres esta orientación solo tomó valor carnal, eran juzgadas y vistas como Evas que habían sucumbido ante Satán.
En el nazismo cualquier hombre podía denunciar a su mujer u otras por conductas homosexuales y aunque el castigo era más fuerte para hombres con esta ´´conducta´´, estas eran obligadas a llevar un triángulo negro como insignia.
-Yo llevaría orgullosa, me digo, ese triángulo tatuado en la frente.
En América Latina donde hoy en día los casos por discriminación a las sexualidades diversas son más fuertes que en Europa, guardan en su pasado una época precolombina donde los nativos o indígenas de este territorio tenían altos estándares de respeto y tolerancia por las personas sexualmente diversas. En Centro América, el Caribe y Norte América los homosexuales eran considerados seres de luz, por ser los únicos en poseer dentro de su espíritu la fuerza masculina y femenina al mismo tiempo, toda la tribu buscaba estar cerca de elles porque eran de “buen augurio”, eran seres mágicos. En Ecuador, antiguamente, para ser Chaman era necesario ser homosexual, lo cual implicaba sabiduría; en México el travestismo y la homosexualidad formaban parte del crecimiento de su cultura y sociedad, y en la tribu de los Papagos los niños poseían la libertad de elegir su orientación sexual: si el infante no mostraba entusiasmo por los juegos «masculinos» era invitado a un ritual especial el cual consistía en hacer elegir al niño entre una cesta tejida o un arco, y dependiendo del resultado el niño era educado y criado de acorde a su personalidad y sus preferencias. También se conocen otros rituales en México, que consistían en que a los diez años los niños eran colocados en medio de un círculo rodeado de personas que entonaban un cántico ritual y si este bailaba era proclamado ser de «doble espíritu», en los dos casos el resultado era la aceptación y el respeto.
Las sexualidades diversas no son algo nuevo, no han representado el fin del mundo o de la humanidad, las sexualidades diversas no son una enfermedad. Esta sociedad ha perseguido a negros, a judíos, a mujeres, a personas con discapacidades, a veces parece que solo buscamos grupos de personas para discriminar y acechar.
En el mes de mayo se celebra el Día internacional contra la homofobia y la transfobia y todas las diversidades, y en este día de celebración y conciencia me paro frente al espejo y sonrío. Sonrío porque sé lo que soy y esa realidad no me aterra, hoy una de las cosas que juzga la sociedad en la que vivo es simplemente parte de lo que me hace sentir más orgullo, amar sin barreras y sin discriminación.
Especial agradecimiento a:
María Leguizamón, por enseñarme que el amor verdadero se construye y se trabaja a diario.
Melissa Velázquez, por su apoyo incondicional.
Luis Raúl López, por invitarme a ser parte de las grandes historias de Unicentro Contigo
Por: Amérika Guerrero
@adeamame