En pocas ciudades fronterizas del mundo se ve la confluencia de más de dos monedas de uso ordinario en el mercado. Por lo general – al menos así sucedía en Cúcuta – circulaba la divisa de cada país colindante. Caso especial es Ciudad del Este, por tratarse de tres fronteras, donde las monedas de uso cotidiano nos los guaraníes, los reales, el peso argentino y el infaltable dólar, que se mueve como Pedro por su casa en todos los rincones del planeta.
En Cúcuta se da un fenómeno único porque en la vecina Venezuela el bolívar en la práctica ha desaparecido y solo se mueven los pesos colombianos y los dólares norteamericanos. Se estima que el 94% de las transacciones en Venezuela, de todo tipo y de cualquier monto, se realizan en estas dos divisas. Desde comprar una vivienda, pagar alquileres, hacer el mercado, todo, absolutamente todo se paga en cualquiera de esas dos monedas.
El peso colombiano ha venido ganando terreno por ser mucho más fácil de obtener y porque la disponibilidad es mucho mayor. El fenómeno es bien apreciable en los estados venezolanos fronterizos con nuestro país, como el caso de Zulia, Táchira, Apure y se extiende hasta Mérida, Trujillo, Barinas y Amazonas. El avance es indetenible, ya es habitual que cada venezolano en medio país tenga en sus bolsillos billetes colombianos, con eso pagan desde un apartamento hasta el pasaje del transporte público. Los salarios igualmente son pagados en la divisa vecina.
La penetración colombiana no se limita al aspecto monetario sino al sector real de la economía. Los pocos centros de estudio y de pensamiento existentes en Venezuela calculan que el 75% de los productos que los venezolanos consumen son de origen colombiano, allá no se volvió a producir prácticamente nada gracias a la destrucción que el régimen hizo con la industria, el comercio y los servicios, especialmente el transporte.
Nadie quiere recibir bolívares porque se encarta con ellos, convirtiéndose en la mayor prueba del desastre que significa el sistema político y económica socialista. Pero se equivocan quienes piensen que esto pueda tomarse como una victoria colombiana, la presión que por necesidad ejercen los venezolanos sobre la masa monetaria nacional colombiana podría ser, en un momento dado, un factor inflacionario.
La cantidad de pesos que tenemos en circulación corresponden a las necesidades de la economía colombiana para su desempeño, si le cargamos encima las necesidades del vecino se pueden generar fricciones y recalentamientos que terminan por encarecer artificialmente al peso. Hasta ahora no se ha visto ni notado este fenómeno, pero en la medida que se expanda por toda Venezuela la circulación del peso y tengamos dos economías dependiendo de una misma moneda los problemas pueden comenzar a aparecer.