ECONOMÍA | ¿Cómo puede desarrollarse y prosperar un país en el que el trabajo no vale nada? Es imposible. Pero eso poco le importa a Maduro y a esa revolución bolivariana que les resulta tan inspiradora a algunos cuantos colombianos. Mientras que en cualquier lugar del planeta se aplica la regla de oro de que a mayor trabajo mayor ingreso, en las condiciones actuales de la economía venezolana da lo mismo que usted trabaje más o trabaje menos horas, o,simplemente, que no trabaje.

Devengue lo que devengue, no le alcanzará para nada. Una cosa es el ingreso nominal y otra el ingreso real, puede que el primero aumente cada tres meses por los incrementos que decreta el presidente Maduro, pero al enfrentar esos billetes con los escasísimos productos en el mercado verá que, igual, cada tres meses su dinero vale un 50% menos, vale decir,es un 50% más pobre. No importa que sea usted un obrero de construcción, un contador público,  un burócrata o un médico, el dinero que percibe como salario no le alcanza para vivir ni siquiera en condiciones mínimas. El sueldo básico ha quedado en 248.510 bolívares (US$ 0.92); a esto se le suma un bono con tickets de alimentación de 549.000 bolívares (USD $2.03); por lo que, aunque con tickets el salario es de 3 dólares, en dinero se percibe la miserable suma de menos de un dólar por mes!

Si es un profesional, profesor universitario bien califi cado, su ingreso podrá multiplicarse hasta por cuatro veces, pero eso tampoco significa mayor diferencia en un país donde no se consigue nada, a ningún precio. Un afortunado que devengue un salario de US$5 al mes está recibiendo en realidad unos 480 pesos colombianos por día. Un limpiavidrios o saltinbamqui en cualquier esquina colombiana se gana al menos diez veces eso. ¿Qué incentivos tienen entonces los jóvenes para estudiar y prepararse más? Ninguno. Se a perdido la ilusión y la esperanza.

Lo que se viene dando en Venezuela es una terrible forma de esclavitud que viola de bulto el artículo 22 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que se refiere claramente a “… la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a la dignidad y al desarrollo de la personalidad”. Un salario mínimo equivale al costo del 4% de la canasta básica mensual, lo que coloca a toda la población en condición de menesterosa, humillada por la dádiva política en forma de caja del CLAP, que unas veces llega y otras no porque no
alcanza para todos.

En el mundo libre cuando el capital no obtiene en un país la remuneración apropiada, fluye inevitablemente hacia otros destinos en busca de mayor rentabilidad. Pues lo mismo ocurre con otro de los grandes factores de la producción como lo es el trabajo, por ello vemos esparcidos por todo el mundo, literalmente, a millones de venezolanos, algunos vendiendo arepas en USA y Chile, de meseros en Perú y Ecuador, de peluqueros en Colombia y Argentina, de choferes en México, huyendo en procura de una remuneración digna.

Esto de pintoresco no tiene nada, por el contrario, es una gran tragedia humana que ha frustrado ya a dos generaciones de venezolanos y que
retrasa gravemente al país en materia de desarrollo, comprometiendo seriamente el futuro de los habitantes de las próximas generaciones.