Ya uno no sabe a quién creerle, si al gobierno, al congreso, a los medios, a los gremios, a los sindicatos, a los estudiantes o al amigo con el que comentamos la situación del país. Lo cierto es que nadie la tiene clara y reina la confusión.
Nada más perjudicial para la inversión, para el comercio y para todas las actividades económicas que la incertidumbre. Una de las regiones que resultará más perjudicada por este ya prolongado estado de cosas es Cúcuta y la región fronteriza en general. Bien podemos ir olvidándonos de que la promesa de régimen franco para Cúcuta será una realidad.
Decimos esto porque, ante la férrea oposición que recibió la iniciativa de ponerle IVA a la canasta familiar, el gobierno se ha propuesto morder hasta las zonas francas, limitándoles su accionar por la vía de aplicarles IVA a todas las compras que hagan de insumos nacionales, lo que anticipa lo que se viene para quienes se acojan a este régimen.
Hace un año pensábamos que la economía colombiana había tocado fondo al registrar, al cierre del 2017, un mediocre crecimiento del 1.7%. Teníamos la ilusión de que las cargas se arreglarían en el transcurso del 2018 con un crecimiento más dinámico y optimista. Pero, como dicen los futbolistas, no se dieron las cosas, no se cumplieron las expectativas.
Primero por la gran incertidumbre que se vivía ante la posibilidad de que a la Casa de Nariño llegaran sectores de izquierda que amenazaban al establecimiento con propuestas políticas desestabilizadoras de los mercados. Elegido Duque en segunda vuelta se pensó que entonces vendría una destorcida favorable que recuperaría el tiempo perdido, pero esto lo que trajo fue una nueva y terrible desazón entre los empresarios y los consumidores con el fatídico anuncio de lo proyectado hacer con la ley de financiamiento.
Prueba de ello es que el Índice de Confianza del Consumidor (ICC) ha sido el más deteriorado de los indicadores económicos colombianos, continuando en terreno negativo con el -1,3%. Esta pérdida de confianza es el resultado de la preocupación que a todos nos ha asistido por cuenta de la Ley de Financiamiento presentada por el gobierno, que pretendía gravar con un IVA del 19%, a la casi totalidad de la canasta familiar.
Sumado a este nerviosismo llegó la gran preocupación por el alza fuerte del dólar, que superó rápidamente los $ 3.200, lo que se traduce en encarecimiento de mercancías e insumos importados, con la consecuente reducción en los márgenes de utilidad.
Así las cosas, con gran dificultad cerraremos el 2018 con una modestísima mejoría en materia de crecimiento con respecto al 2017, y los pronósticos para el 2019 no permiten grandes expectativas. Muchos programas sociales serán recortados, la nómina oficial no crecerá gran cosa y la ausencia de la mermelada lubricante resentirá la fricción de las piezas del gran engranaje de la economía de este país, tan acostumbrado como ha estado a que corra el dinero entre políticos, mandatarios y contratistas.
Otro factor a considerar es que el 2019 será el fin del mandato de alcaldes y gobernadores, algunos de los cuales querrán pasar a la historia culminando obras de gran trascendencia, mientras que otros, vulgarmente y sin decoro alguno, se dedicarán a raspar la olla para engordar su patrimonio personal. Tendremos elecciones y eso irriga una enorme cantidad de dinero que algo puede dinamizar el comercio.
Por: Luis Raúl López M.