ECONOMÍA | OLA NARANJA

Economía Septiembre

Sabemos que en estos tiempos de la sociedad del conocimiento los países ricos no son los que tienen más fábricas y obreros produciendo manufacturas, sino aquellos que producen “mentefacturas”, o sea aquellos productos y servicios basados en la propiedad intelectual, vale decir, aquellos que cada vez registran más patentes de creación (inventos). Por supuesto dentro del universo de patentes las hay de gran contenido científico y tecnológico, como las relacionadas con medicina y bioquímica, con electrónica y desarrollo de nuevos materiales, pero, igual, existen muchas otras de menor complejidad pero de mayor cobertura de mercado por ser accesibles a todo el mundo.

Estas últimas constituyen un modelo conocido como ‘Economía Creativa’, o “Economía Naranja”, el cual se basa en la generación de riqueza a través del talento, laOla Naranja conectividad y la calidad académica disponible en las regiones. Estos tres elementos, concentrados en una ciudad, la hacen altamente competitiva y atractiva para la inversión. Es lo que sucede, por ejemplo, con Medellín, en Colombia, Buenos Aires en Argentina, o Monterrey en México, donde la vigorosa presencia de empresas del sector de la economía naranja no solo generan una inmensa cantidad de empleos sino que dan soporte a la gran industria manufacturera tradicional.

Tal como sucede en la gran industria manufacturera, en la mentefacturera se forman clusters en función del relacionamiento que tienen las empresas según su línea de producto o servicio. Como el que agrupa las editoriales, los libros, las revistas, los periódicos, todas las artes gráficas, la literatura, las bibliotecas, productos audiovisuales, el cine y la televisión. Todas ellas comparten diseñadores gráficos, expertos en marketing digital, influenciadores en redes sociales, ilustradores, libretistas, escritores, guionistas, periodistas, en fin, un sinnúmero de profesionales, técnicos y tecnólogos que tienen como trabajo generar cada vez más y más valor agregado. Lo mismo pasa con el cluster de la moda y el diseño, con el de ecoturismo y deportes, con el de las artes visuales y escénicas, las artesanías, el desarrollo de software y aplicaciones, la arquitectura de ingeniería de cálculo y la publicidad, entre otros. El presidente Duque, cuando trabajaba en el BID escribió su libro “La economía naranja: una oportunidad infinita”, en el que plantea cómo este sector ofrece grandes oportunidades gracias a la revolución digital y al desarrollo de la tecnología, al tiempo que presenta menos riesgos que otros mercados ya que no es volátil.

Se le dice Economía Naranja porque este color siempre se asoció con la cultura, la creatividad, el entretenimiento, la extroversión y la identidad (los egipcios hace miles de años decoraban sus jeroglíficos con rejalgar, que es un pigmento de ese color). En India, el ‘chacra naranja’ es el abdomen. Esta parte del cuerpo es el centro creativo del individuo. Fue el BID la entidad que ‘pintó’ de naranja al valor agregado que generan las industrias y empresas culturales.

Cúcuta, por su ubicación distante de puertos, está obligada a desarrollar la economía naranja para impulsar la generación de empleo, es imposible depender de la venta de commodities como el carbón o de productos pesados como la arcilla, donde más del 80% de su precio se va en pago de transporte. La alcaldía y la Cámara de Comercio deberían liderar un plan de fomento de las empresas del sector naranja. Acá hay talento, hay universidades, hay con qué estructurar algo bien interesante.

Por: Luis Raúl López M

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