ECONOMÍA | RECONVERSIÓN COMERCIAL

Economía Junio

El término reconversión lo conocemos más en referencia al sector industrial. Comenzamos a usarlo por allá en 1988 cuando se empezó a hablar de la internacionalización de la economía colombiana y del peligro que correrían nuestras industrias si no introducían cambios sustanciales en sus modelos de negocio, en sus productos, en su eficiencia, en su gerencia y demás aspectos relacionados con su desempeño. Hablábamos entonces de reingeniería en las empresas, como una especie de necesidad de comenzar de nuevo al enfrentarnos a la competencia extranjera. Hacerlo o no era una decisión de la que dependía sobrevivir o morir en el ejercicio de la actividad.

De reconversión comercial no habíamos escuchado nada, aunque la ciudad, sin proponérselo y sin darse cuenta, tuvo su primera reconversión comercial a partir de la segunda mitad de la década de los 80’s del siglo pasado. Hasta entonces había tenido un comercio orientado a un mercado de alto poder adquisitivo compuesto por venezolanos con la moneda más sobrevalorada del mundo, que se recibía a razón de $17 en efectivo, y cuyas tarjetas de crédito liquidaban las compras a una tasa de Bs4.30 por dólar. Aquello era la delicia de los comerciantes acá establecidos, y los industriales nacionales calificaban a Cúcuta como la vitrina vendedora de Colombia.

Pero la dicha duró hasta el 18 de febrero de 1983, cuando la bomba cambiaria le estalló en las manos al presidente Luis Herrera Campins, y no tuvo de otra que decretar la primera gran devaluación. Con ella los precios en bolivares, de los productos que ofrecía el comercio local, se les triplicaron de la noche a la mañana a los compradoresReconversión Empresarial vecinos. Los productos de afamadas marcas colombianas y extranjeras se quedaron sin clientes.

Esto dio lugar al florecimiento de una especie de mercado de segundas, donde el precio es el factor determinante en la decisión de compra, generando entonces otro tipo de oferta y de actores. Aparecen entonces las galerías comerciales populares, como el Oití, y la gran profusión de vendedores ambulantes, que reciben a los antiguos clientes del centro comercial Bolívar. Se daba así la primera reconversión comercial de la ciudad.

Una segunda reconversión se da con la llegada de modernos y cómodos centros comerciales, como Unicentro, con una clara orientación al mercado local y de visitantes que recibe la ciudad y que ven en ellos la mejor opción por razones de seguridad y de oferta complementaria (gastronomía y entretenimiento). Sin embargo, es claro que, en general la actividad comercial en Cúcuta se desarrolla en medio de dificultades muy serias, producto de las condiciones del entorno económico, tales como el alto índice de desempleo e informalidad, lo que hace que sea poca la población con capacidad de compra regular.

Un IVA del 19% termina de restarle capacidad adquisitiva al mercado local, lo que sumado a las altas tasas de interés de los créditos de consumo, hacen bien limitada las posibilidades de compra de los cucuteños. Mientras tanto a los agentes económicos una carga impositiva que ronda el 72% de sus magras utilidades los acaba de afectar demoledoramente. Así las cosas, tenemos un mercado vecino desaparecido y un mercado local muy debilitado.

No parece justo que el comercio de Cúcuta esté viviendo una situación de penuria cuando tiene todas las posibilidades de crear las condiciones necesarias para reconvertirse comercialmente una vez más, haciendo que su oferta se amplíe y diversifique gracias al régimen especial al que tiene derecho en virtud de lo dispuesto en la Ley 191 de1995.

Podríamos gozar de un tratamiento arancelario bien particular para las mercancías a comerciar acá, ampliando con ello la oferta a nuevas líneas de producto, diferentes a La Vitrina Vendedora de Colombialas tradicionales de vestuario. Algo parecido a lo que sucedía con la isla de San Andrés en los años 60’s y 70’s, adonde todos íbamos a comprar toda suerte de productos extranjeros que no se conseguían en el territorio continental, podría de alguna manera propiciarse acá con productos locales elaborados con insumos, partes y piezas importadas.

Con unas condiciones arancelarias excepcionales seríamos el paraíso de las franquicias para la producción acá de toda suerte de cosas, desde muebles y confecciones, hasta equipos de mediana complejidad tecnológica. Igual tendríamos unas tarifas especiales para los servicios bancarios y financieros, con lo que tales beneficios nos darían gran competitividad y permitirían posicionarnos como un mercado bien atractivo.

No hay derecho a que Cúcuta, con semejante recurso legal que tiene, pase por las dificultades que tiene. La llegada del nuevo gobierno – ojalá en cabeza de quien se propone dotar a Cúcuta de un régimen franco, es un punto de inflexión que debe aprovecharse para generar prosperidad y desarrollo a la ciudad.

Por: Luis Raúl López M.

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