El artículo “Una buena década”, del número anterior de nuestra revista, resultó ser un buen resumen de las cosas, buenas y malas, que le pasaron a la ciudad en los últimos diez años.
Quienes se quejan de que la ciudad no cambia bien pueden quedarse sin argumentos ante tal cantidad de evidencia como la que trae esa nota de nuestro director.
Pero si bien es cierto que tantas obras y cosas como las allí enumeradas pueden parecer bastantes, también lo es que una década es mucho tiempo, o al menos el suficiente para producir un cambio físico en la ciudad. Qué bueno fuera que no nos limitáramos a ese aspecto, sino que para los próximos diez años nos empeñáramos en producir una real transformación en otros campos, en los cuales acusamos gran rezago. En aras de la brevedad nos referimos sólo a tres de ellos:
a). El modelo económico requiere una revisión urgente ante la incapacidad que el actual demuestra para generar empleo. Si ya es muy malo que llevemos muchos años con el peor indicador del país en esta materia,mucho peor se vuelve la situación por cuenta de la llegada de gran cantidad de mano de obra varada a las calles de Cúcuta. Estamos repletos de desplazados, reinsertados, expatriados y demás, buscando qué hacer para ganarse el pan diario. Nada más peligroso que eso.
b). Cultural. Es apenas claro que una transformación integral de la ciudad entraña la formación de un nuevo ciudadano para esa nueva ciudad. En Cúcuta las instancias correspondientes deben, ya, iniciar una larga tarea de educarnos a todos. Sabemos que no es fácil, pero podría empezarse con programas temáticos, como el de la movilidad. Deberían exigirse requisitos mínimos en materia de relaciones humanas para ser conductor de vehículo de servicio público, y campañas para que la gente deje la pitadera infame en las calles.
c). Académico y científico. Cúcuta, además de registrar el peor índice de desempleo, exhibe con frecuencia una muy mala posición de sus universidades en el ranking de las mejores del país. No existe peor pobreza que una mala educación, eso es algo sabido y comprobado en todo el mundo. Meterle a la dirección universitaria criterios distintos al académico y científico es un crimen de lesa humanidad porque esclaviza a las generaciones a vivir en la mediocridad y la dependencia del favor oficial. Al contrario de que 20 años no es nada, como dice el tango, diez años bien planificados y aprovechados pueden llevarnos a conseguir la Cúcuta que todos deseamos.
Carmen Elisa Ortiz Caselles
Gerente General