Sin duda el comercio es, junto al turismo, la actividad económica más generadora de empleo en Colombia. Comprender esto muy bien nos ayuda a entender por qué los niveles de desempleo en el país volvieron a alcanzar los dos dígitos (11.7%), lo que a todos debe resultarnos alarmante, porque puede agravarse mucho más por razón del año electoral.
Las cifras del DANE reflejan una caída en las ventas del 0.9% el año anterior, se sabe que el mayor grupo comercial del país acusó una disminución del 2.8%, el segundo consorcio
comercial colombiano bajó un 4.8% y otras cadenas de tiendas y supermercados cayeron un 8% en sus ventas.
La crisis es atribuible a la conjunción de dos factores perversos: la reforma tributaria (alza del IVA) y aumento exagerado de las tasas de interés a los créditos de consumo (tarjetas de crédito). Esa explicación es válida para el interior del país, pero la situación de Cúcuta es mucho más grave porque a esos factores nacionales hay que añadirles el altísimo desempleo e informalidad que registra la ciudad – hay mucho menos gente devengando – y la pérdida total y definitiva del mercado venezolano.
Pero conocer las causas no nos sirve de mucho si no nos proponemos actuar para mejorar las cosas, y la verdad es que sí tenemos con qué hacerlo, lo que pasa es que la gente no lo sabe.
No sabe que Cúcuta bien puede hacer una reconversión de su vocación comercial amparada en la Ley 191/95, en virtud de la cual Cúcuta puede tener un régimen comercial especial, así como también aduanero y de comercio exterior, con el cual:
– Se pueda importar mercancía con bajo arancel
– Se tengan tasas de interés más bajas para consumo
– Se logren menores costos bancarios y financieros
– IVA reducido en forma permanente.
– Estímulos tributarios a la reconversión comercial
Es una pena que los años pasen y pasen, y sigan pasando en medio del sopor de la inercia mediocre, sin hacer nada por mejorar realmente a la ciudad. Nos merecemos una mejor suerte.