La diferencia que hay entre estar enamorado de alguien y amar a alguien es la misma que hay entre una emoción y un sentimiento.
La primera es temporal, momentánea, aparece y se va en cualquier momento. En cambio el sentimiento es algo que se cultiva, es toda una elección que tomamos luego de un proceso en que se conoce muy bien a la persona amada.
Ellas y ellos pueden enamorarse súbita y simplemente de una cara bonita, de una figura agradable, de una linda voz, de un temperamento alegre, de una actitud generosa o de cualquier otra cualidad o atributo destacable, pero esa es una emoción súbita y pasajera que bien puede desaparecer cuando se conoce a alguien de superior condición o sencillamente porque todo cansa. Por eso el sacerdote Alberto Linero, reconocido líder espiritual que vemos en los noticieros de la mañana, aconseja: “si estás enamorado, no te cases”.
Más que amor a primera vista lo que en realidad se da es enamoramiento a primera vista, es algo eminentemente sensorial, entra por nuestros sentidos, nos enamoramos de lo que vemos, de lo que oímos, de lo que olemos, del sabor de unos labios, de la suavidad de una piel; es decir, es algo humano, carnal. En cambio amar es algo mucho más profundo: amamos ya no los atributos físicos sino al ser, amamos el alma que anima a la pareja elegida, entonces entramos en el terreno de lo intemporal, donde nada nos importa que salgan luego las arrugas, que vengan los achaques o que aparezcan unos kilos de más. Pueden darse casos en los que la elección como persona a amar – no a enamorarse- se dé al primer encuentro como si fuera una revelación o una epifanía, pero son muy escasos los que El amor, el amor son exitosos en su maduración. Amar toma tiempo porque es en cierta forma un proceso inverso al del enamoramiento: cuando nos enamoramos queremos tomar o apoderarnos de parte o todo de la otra persona; mientras que cuando amamos queremos entregar parte o todo nuestro ser a la pareja.
Algo humano por naturaleza
Hasta acá esto suena como muy elevado y espiritual, pero resulta que la naturaleza tiene sus caprichos y en esto del amor nos obliga a ser y comportarnos como humanos, haciendo que sus inicios sean de carácter físico y sensorial. Es entonces cuando, como bien lo dice el mejor filósofo del amor, André Maurois, comienza como nacen las finas perlas naturales: inicia con la entrada de una basurita o cuerpo extraño en el caparazón del molusco y este para defenderse de algún daño comienza a rodearlo de secreciones de carbonato de calcio, nácar y otras sustancias que al solidificarse van formando la perla. En el caso del amor el cuerpo extraño es la atracción física que sentimos por la otra persona, que no es otra cosa que el muy natural deseo sexual. Una vez nos acercamos a quien nos atrae ya no queremos separarnos y comenzamos lentamente a construir un complejo edificio con laberintos de pensamientos y sentimientos con que le vamos atrapando, aunque en dicho proceso somos nosotros quienes terminamos siendo los atrapados: amamos a esa persona.
Esto significa que primero se da el enamoramiento y luego, si con el tiempo descubrimos que esa persona es esencial para nuestra vida, nace el verdadero amor. Pero así pasemos a un estado de amor más elevado y espiritual, por nada del mundo debemos descuidar a la basurita que le dio origen: el deseo. Cuando éste se va, el complejo edificio se derrumba irremediablemente.
Mientras estemos en esta vida terrenal, encarnados, estaremos sometidos de una u otra forma al imperio de los sentidos. Ellas nos entran por los ojos y nosotros les entramos, primero, por los oídos. Decimos “en una u otra forma” porque en ello se refleja mucho la educación que tenemos. Seguramente, no obstante ser exactamente igual la motivación para seducir, no lo es la forma en que manejan el deseo un hombre primario y un hombre culto.
El amor es una comedia en la cual lo actos son muy cortos y los entreactos muy largos: ¿cómo llenar los intermedios si no con el ingenio? Ninón de Lenclós.
Cualquier hombre normal, independientemente de su formación y condición social, tiene ese instinto latente. Lo anormal es lo contrario: que un hombre no sienta deseo instantáneo ante la presencia de una mujer atractiva. Eso ya es sospechoso, así se trate de un hombre muy educado y profundamente enamorado y satisfecho con su propia mujer. Nada hay más consubstancial con nuestra naturaleza humana que el deseo.
Para ellas es sumamente importante saberse y sentirse atractivas, aunque no necesariamente su objetivo sea cazar y casar a un hombre sino, simplemente, para satisfacer su vanidad. De hecho ese es el propósito sublime del maquillaje, las minifaldas, los pantalones ceñidos, las cirugías de senos y nalgas: despertar deseo en ellos y envidia en ellas. La época en que el tren dejaba a las mujeres pasó hace tiempo, ahora ellas no tienen ningún afán en casarse.
Pero el juego es y debe ser de doble vía, el hombre tiene que despertar el deseo de la mujer, y eso no es con afeites y maquillajes, ni siquiera con el dinero, que es un potente afrodisíaco (es frecuente encontrar hermosas esposas de hombres adinerados con amantes inopes que las enloquecen.) En esta materia más vale maña que fuerza.
Un hombre puede ser todo lo caballeroso que se quiera, educado, noble, trabajador, sincero, etc., pero si le falta ese mágico ingrediente que motiva a la mujer: la capacidad para despertarle el deseo, está perdido. Puede indudablemente conquistar a alguna, pero siempre estará en peligro de ser traicionado si ella conoce a alguien que le encienda e ilumine lo que podríamos llamar “el rincón oscuro del deseo”. Y todas, todas, lo tienen.
Fuentes de amor
Desde que tenemos uso de razón y tomamos conciencia de la existencia del otro sexo, la conquista del interés y luego del amor de una pareja, es algo que a muchos nos resulta bien inquietante por la enorme importancia que ello tiene para asegurarnos nuestra felicidad.
Son variadas las fuentes del amor, según Maurois, tales como aquellos momentos en que luego de permanecer mucho tiempo solos nos encontramos muy predispuestos al amor, con lo que tanto al conquistador como a la persona conquistada les resulta muy fácil entablar una relación.
Muchas veces otra fuente es la circunstancia del encuentro, tal como la intimidad forzada que se vive en un cautiverio, o en el trabajo, como lo es el caso del médico y la enfermera que comparten turnos de noche, el jefe y la secretaria, o los participantes de un reality en televisión.
El flechazo o amor a primera vista es otra fuente considerada como un signo de predestinación – la teoría del alma gemela -; pero, como decíamos antes, son bien contados los casos exitosos de maduración del amor, la mayoría de las relaciones así nacidas terminan más pronto que tarde. Lo cierto es que a la inmensa mayoría le toca elegir deliberadamente a la otra persona con quien hará nido. Y para tener éxito en esa elección hay que prepararse, pues si no aprendemos a elegir libremente y a seducir, tendremos que limitarnos a esperar a que nos elijan.
Finalmente, ¿para usted qué es más agradable y emocionante: sentirse enamorado o saberse amado por alguien? Sobre esto dijo Bernard Shaw: “La volubilidad de la mujer que amo es sólo comparable con la infernal constancia de las mujeres que me aman”.
El amor es una comedia en la cual lo actos son muy cortos y los entreactos muy largos: ¿cómo llenar los intermedios si no con el ingenio?
Ninón de Lenclós.