EMPRESARIAL | GENTE AGRADABLE

Por: Juan Carlos Quintero Calderón

Se podría concluir que a mayor nivel de formación académica las personas son más educadas, es decir, que dependiendo de la cantidad de títulos se tendría mayor disposición a saludar, decir: por favor y gracias, y, llegado el caso, asumir la responsabilidad de reconocer un error y decir: lo siento o discúlpame. Curiosamente, siempre que termino una presentación algún asistente se acerca a decirme: “lástima que no vino un compañero de la oficina que tiene muchos títulos, pero nunca saluda”, y otros, comentan: “El vigilante de mi empresa es más saludable que muchos de mis compañeros”.

Una de las razones que explica esta situación es que, antropológicamente, en la medida que la civilización crece se presenta mayor tensión, debido a conflictos de intereses que terminan por promover un trato impersonal, parco y distante que elimina las normas de urbanidad llevando a las personas a actuar como autómatas. Caso contrario ocurre en pequeñas poblaciones, en las que todos se conocen por el nombre, y por la cercanía, su educación los lleva a crear vínculos de amistad y solidaridad.

Es así como figuras históricas de la humanidad dejaron una huella imborrable, la Madre Teresa de Calcuta, Mahatma Gandhi y Martin Luther King, entre otros, se caracterizaron por venir de poblaciones en las que la falta de atención a las necesidades era un factor predominante y se dedicaron a mejorar la vida de los demás, evidenciando, que las personas de buen corazón manifiestan su grandeza en sus actos más que en sus palabras. De igual manera, las buenas personas gozan de una autoestima superior y tratan a sus semejantes con educación, pues, los considera iguales, y en ningún momento son despectivos en el trato porque su base de valores no concibe esta falta de respeto.

En el ámbito corporativo se han transformado los procesos de selección enfocándose en el “ser” determinando competencias o actuaciones en las que prima ante todo la integridad de la persona más allá de sus conocimientos y habilidades. De igual manera, se han implementado estrategias de desarrollo humano, como la gerencia de la felicidad, buscando que las buenas personas no solo quieran llegar a una organización para crecer, sino que deseen permanecer, logrando minimizar los altos costos de las curvas de aprendizaje y el rechazo que puede generar la natural resistencia al cambio.

Ser buena persona implica una alta dosis de inteligencia emocional que facilite la capacidad de escuchar, una robusta base de valores, fe en sí mismo y en las capacidades que se tienen para enfrentar los desafíos de manera proactiva aprovechando el cambio, pero, ante todo, claridad en el propósito por el que cada día se sirve a los demás, de esa manera, las buenas personas inspiran por su humildad y alegría.

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