Diversos estudios de investigación han mostrado el rol central que cumplen los padres, madres y cuidadores como guardianes y protectores de la salud mental de sus hijos, especialmente en el tema de prevención del riesgo de suicidio.
Esta evidencia muestra que los adultos pueden equiparlos con herramientas que les ayuden, no solo a evitar este riesgo, sino a promover su desarrollo positivo.
Desde Red PaPaz compartimos algunas de las características y comportamientos de las familias que, al fortalecer las competencias socioemocionales de las niñas, niños y adolescentes, también previenen el riesgo de suicidio:
Se involucran activamente en la vida de sus hijos:
Los padres que están al tanto del mundo social y emocional de sus hijos, y que les hacen saber que cuentan con ellos para resolver las dudas o conflictos que tengan, actúan como un factor protector frente al suicidio. Esto se puede lograr al hacer preguntas como: ¿Cómo te has sentido con respecto a este tema? ¿Qué sientes cuando aprendes/vives/haces eso en el colegio? ¿Has tenido conflictos con tus compañeros o profesores? ¿Cómo te sientes cuándo alguien te dice algo agresivo que no te gusta? ¿Cómo haces para calmarte cuando estás enojado o triste?
Están en constante comunicación con sus hijos:
Una de las características que más protege del riesgo de suicidio es promover una comunicación cálida y fluida. Esto lo podemos lograr no solo haciendo preguntas, sino buscando espacios en los que les permitamos expresar lo que les gusta, lo que los hace felices o lo que los hace sentir molestos. Es muy importante que recibamos con mente abierta y curiosa aquellas cosas que nos cuenten.
Evitemos decir cosas como: “no llores, eso que me dices es una bobada, no vale pena” o “eso no es importante”. Podemos cambiarlas por frases como: “veo que eso te hace sentir muy triste” o “¿cómo crees que puedes calmarte y sentirte mejor?”, las cuales nos permiten mostrarles que validamos y reconocemos sus emociones.
Evitan criticar y juzgar a sus hijos. Diversos estudios muestran que los menores de edad que provienen de familias en las que se sienten juzgados y criticados de manera constante están en mayor riesgo de atentar contra su vida. Es importante que, aunque tengamos desacuerdos con nuestros hijos, tratemos de expresarlos de manera pausada y sin agresiones. Podemos usar los mensajes en primera persona. En vez de decir: “Tu eres un desconsiderado por llegar tarde” podemos decir “yo me siento asustado y preocupado cuando se hace tarde y no me has llamado para avisarme que estás bien”. Se informan y hablan sobre posibles riesgos.
Uno de los factores que más protege a las niñas, niños y adolescentes, es que sus padres y madres se informen sobre el tema y hablen con ellos de una manera sencilla, honesta, abierta y acorde a su edad. Con los más pequeños se puede hablar de las emociones, en especial las negativas (tristeza, rabia o envidia) y cómo se pueden manejar.
Con los más grandes se puede hablar de estas mismas emociones y de que en algunos casos sentimos que éstas nos abruman y no vemos salida. Es muy importante que les recordemos que no están solos, que hay otras personas que se han sentido como ellos, y que juntos, pueden buscar alternativas de solución.