Que si del cielo nos caen limones tenemos que aprender a hacer limonada es algo que nos han inculcado desde niños. Desafortunadamente muy pocos entienden el mensaje y se dedican a lamentarse. Por el contrario, quienes aprenden a hacer buenas limonadas se vuelven exitosos en tiempos de crisis. Como son los casos que veremos a continuación.
Rumba en la red
Al colombiano Sebastián González, empresario de la rumba se le ocurrió hacer una fiesta en la que hay 500 personas, un dj, bailarinas y animador. Todo por Zoom. Él conoce el espíritu fiestero de os colombianos y sabe que seguirá vivo en tiempos de pandemia. Inició primero con fiestas gratuitas para 500 personas.
Ahora cobra US$5 o COP10.000 a los hombres y las mujeres entran gratis, una estrategia de mercadeo utilizada comúnmente en las discotecas de Bogotá. La promesa de valor es que los asistentes harán nuevos amigos, algo que ya ha sucedido, pues algunos quedan conectados por WhatsApp y mantienen la comunicación.
Su inversión no supera los US$300 y tiene asistentes a sus fiestas que están en Alemania y USA.
Karate online
Al venezolano Antonio Díaz, bicampeón mundial de karate, la pandemia le dañó su sueño de participar en los Olímpicos de Tokio, precisamente en la primera edición de los juegos que admite el kárate en su programa.
Se dedicó a dar clases por internet desde su centro de entrenamiento en Caracas a comienzos de año, pero el gobierno venezolano decretó el 13 de marzo una cuarentena obligatoria lo que le obligó a suspender sus clases por el contacto físico que se tiene en este deporte.
Aunque algunos clientes cancelaron sus suscripciones, hubo quienes estuvieron de acuerdo con no pedir reembolso por el mes de abril.
Al percatarse de que la situación no sería tan temporal, Díaz exploró una vía que normalmente había visto con ojos dudosos: dar clases por internet. Empezó a hacer Instagram Lives a través de la cuenta de su academia y vio que mucha gente se sumaba, incluso de otros países. Tuvo entonces que pasarse a la plataforma Zoom y contar con la ayuda de los dos instructores de su academia. El éxito ha sido muy grande su único problema es la precariedad del servicio de internet en Venezuela.
Mascarillas
La chilena Luz Briceño dejó el diseño de modas para dedicarse a investigar cómo podía producir textiles que tuviesen propiedades antibacterianas al estar elaborados con cobre. Con dos socias crearon una empresa llamada The Copper Company.
Con la llegada de la pandemia voltearon la atención hacia lo más urgente y empezaron a fabricar mascarillas con telas elaboradas con nanopartículas de cobre, una iniciativa que también otras empresas chilenas que trabajan con cobre han emprendido en el país que más produce este mineral en el mundo.
El cobre tiene el beneficio de que es antimicrobiano y hay muchos estudios dando vueltas que indican que un microorganismo o virus respiratorio muere a las cuatro horas sobre una superficie de cobre. En menos de un mes han vendido 60.000 mascarillas, generando empleo a más 70 personas y cada semana reciben pedidos de todo Chile y de otros países.
Pan app
El argentino Antonio Bertasio solía lamentarse de la inversión que hizo hace unos cinco años en una app que no resultó tan exitosa para su negocio de fabricación de pan. Hoy en día, afirma que esa herramienta móvil, llamada Quiero Pannet,es la que le está salvando el negocio.
Ahora de proveer en Buenos Aires a restaurantes, comedores, supermercados e instituciones públicas, ha pasado a abastecer los crecientes pedidos de consumidores particulares.
Lo primero que solicita la app es el código postal del cliente y si está en el radio de operaciones de la empresa, en seguida se les ofrece el catálogo de panadería congelada que luego se despacha directamente a la casa del consumidor, quien finalmente hornea el producto.
Todo en 3D
La arquitecta venezolana Francis Murillo lleva seis años en el negocio de los cortes láser e impresión 3D con su empresa 2MD Láser y jamás se imaginó que en algún un virus le generaría una enorme oportunidad de mercado.
Normalmente, su clientela está entre estudiantes de arquitectura y profesionales que mandan hacer sus maquetas, decoradores de interiores o empresas que le piden fabricar regalos ejecutivos. Pero todo cambió con la llegada del coronavirus a Venezuela. En pocas semanas ha fabricado alrededor de 8.000 viseras protectoras para personal médico, un elemento clave en el uniforme de quienes tratan a pacientes con covid-19 o realizan pruebas diagnósticas.
Logró articular una red de espacios de impresión 3D para imprimir viseras y empezó a recibir un volumen inesperado de donaciones por parte de empresas y particulares de material como acetato y tereftalato de polietileno (PET), que le vino bien para producir rápido.
A pesar de ser competencia en una situación normal, esto llevó a que los negocios que se dedican a lo mismo se unieran. El primer mes toda la producción fue donada, pero luego empezó a recibir solicitudes de cotizaciones y puso en práctica un nuevo esquema de compra-donación: por cada visera que le compran, dona una.