La más famosa pandemia de la antigüedad, la llamada Peste Negra, se inició en junio de 1348. Ciudadanos de Inglaterra, Francia y otros países europeos comenzaron a tener síntomas misteriosos. Al principio eran leves y difusos: dolor de cabeza, malestar general y náuseas. A esto le siguieron la aparición de dolorosos bultos negros, o bubones, que crecían en las axilas y la ingle, lo que le dio nombre a la enfermedad: peste bubónica. La última etapa de la infección era una fiebre alta y luego la muerte.
Se dice que un tercio de la población de Europa murió por ella. Toda una tragedia mundial, sobre todo al considerar que la peste tuvo un origen verdaderamente ridículo.
A principios de la Edad Media era común que la gente tuviera gatos como mascotas, pero también, muy especialmente, para reducir la población de ratas y ratones que entonces abundaban por la higiene tan precaria que la población tenía. Las cocinas eran verdaderos criaderos de ratas y la gente se había acostumbrado a ello, controlando la población de roedores con los gatos.
Sin embargo, el Papa Gregorio IX, a principios del siglo XIII, un mal día declaró que el gato era una criatura diabólica, lo que desembocó en una masacre de gatos en toda Europa. Ese siglo fue el principio de una era difícil para los gatos. Luego de que la Peste Negra arrasó Europa, a partir del siglo XIV, probablemente se concedió a los gatos un indulto porque se consideraban beneficiosos por su importante papel en el control de plagas, así que durante un tiempo les fue mejor. Pero un siglo después, durante la época de la Inquisición Española, el Papa Inocencio VIII condenó de nuevo a los pobres gatos dizque por ser una representación del mal, lo que hizo que miles de ellos fueron quemados. También empezó un período de persecución sistemática de brujas en toda Europa. El gato se convirtió en un objeto de superstición y se le asoció con el mal. Se creía que los gatos estaban dotados con poderes de magia negra – un compañero de las brujas y quizá la encarnación del diablo. Las personas, especialmente mujeres solteras, que tenían gatos eran sospechosas de brujería y algunas fueron condenadas a muerte junto a sus gatos. Los propios gatos también fueron cazados, torturados y sacrificados. En las festividades religiosas, según consta, un gran número de gatos fueron quemados vivos como parte de algunas celebraciones.
Esta guerra a los gatos hizo crecer mucho la población de ratas y con ello de sus pulgas Xenopsylla Cheopis, causantes de la pandemia. La matanza de gatos habría salvado muchas almas de la influencia del demonio, pero habría, literalmente, podrido a millones de cuerpos con una enfermedad que se desarrollaba a una velocidad asombrosa: alguien que estuviera bien en la mañana podría estar muriendo en la noche por la infección.
Algunas de las supersticiones de entonces sobre los gatos han sobrevivido hasta el presente, como por ejemplo creer que cruzarse con un gato negro trae mala suerte. Por fortuna, para la gente y para los gatos, ya fueron superadas esas épocas en que la ciencia estaba supeditada por la religión.