Se ha vuelto de moda el apellido Oppenheimer a raíz del éxito total de la película así llamada en los premios Oscar. Al final Robert Oppenheimer era el retrato vivo del agotamiento nervioso, había diseñado y construido la bomba atómica, su peso corporal se había reducido a poco más de 52 kg. Esto era muy poco para alguien con una estatura de 1,78 metros. La película biográfica ganó siete premios, incluyendo Mejor Película, 96ª edición de los Oscar.
La explosión de la bomba que había construido eclipsó al Sol. Con una fuerza equivalente a 21 kilotoneladas de TNT, la detonación fue la más grande jamás vista. Creó una onda de choque que se sintió a 160 km de distancia. «Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos», pensó Oppenheimer.
Él fue el corazón emocional e intelectual del Proyecto Manhattan: más que cualquier otra persona, había hecho realidad la bomba.
Nacido en la ciudad de Nueva York en 1904, Oppenheimer era hijo de inmigrantes judíos alemanes de primera generación que se habían enriquecido a través del comercio textil. A pesar de esta educación lujosa, los amigos de la infancia recordaban a Oppenheimer como alguien generoso que no mostraba el comportamiento de quien ha sido excesivamente mimado.
«Recompensé la confianza de mis padres en mí desarrollando un ego desagradable, que estoy seguro debe haber ofendido tanto a los niños como a los adultos que tuvieron la mala suerte de entrar en contacto conmigo», comentó Oppenheimer años más tarde. Contempló seriamente el suicidio durante las vacaciones de Navidad.
Durante el desarrollo de la bomba, Oppenheimer había usado un argumento similar para calmar sus dudas éticas y las de sus colegas. Les dijo que, como científicos, no eran responsables de las decisiones sobre cómo se debía usar el arma, solo de hacer su trabajo. La sangre, si la hubiera, estaría en manos de los políticos.
En 1963, el gobierno de EE.UU. le otorgó el Premio Enrico Fermi como un gesto de rehabilitación política, pero no fue hasta 2022, 55 años después de su muerte, que las autoridades anularon su decisión de 1954 de despojarlo de su acreditación y confirmaron la lealtad de Oppenheimer a EE.UU.
A lo largo de las últimas décadas de su vida, Oppenheimer mantuvo expresiones paralelas de orgullo por el logro técnico de la bomba y de culpa por sus efectos. Un tono de resignación también apareció en sus comentarios cuando, más de una vez, dijo que la bomba simplemente había sido inevitable. Pasó los últimos 20 años de su vida como director del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton, trabajando junto a Einstein y otros físicos.