Hace poco me invitaron a un importante encuentro de planificación estratégica al que curiosamente asistieron un grupo de colaboradores de la base jerárquica y mandos medios, y cuando llamo la atención de la curiosidad, es porque a este tipo de ejercicios asisten de manera exclusiva el CEO y los jefes de la organización, es como si por ellos estar más cerca de las estrellas, tuvieran la verdad absoluta de la realidad de la compañía, por eso, a mis anfitriones les hice el reconocimiento de esa iniciativa e iniciamos el ejercicio.
Presentación tras presentación se evidenciaba la pasión de los asistentes por el destino de la organización y todos mencionaban: metas, márgenes, clientes, estrategias, pero una frase me llamó bastante la atención: análisis del entorno, frase de grueso calibre que en la mayoría de las empresas es desarrollada por unos avezados estudiantes que para poder lograr su título profesional proponen un diagnóstico estratégico para realizar su proyecto de grado, documento, que unos años después es dado de baja.
En medio de la dinámica empezaron a diligenciar un formato que listaba fortalezas y debilidades, con gran destreza fue tramitado por la mayoría, pues se identificaba fácilmente lo que había en ese momento en el ámbito interno de la corporación, pero, a la hora de gestionar la plantilla externa, oh, gran sorpresa, el tiempo pasaba y pasaba y no había mayor producción intelectual. Al parecer los participantes conocían
muy bien la empresa pero no su entorno, y es preocupante, porque dependiendo de la capacidad de ver el entorno externo se podrá se proactivo o reaccionar ante esa variables incontrolables.
Es por eso, que pensar estratégicamente no es un don, es una capacidad que desarrollan la mayoría de ejecutivos exitosos en el mundo. De no tener esta habilidad, los análisis FODA, DOFA, SWOT, o como los quiera llamar, terminan elaborados con una letras “F” y “D” de fortalezas y debilidades gigantescas en mayúscula cargadas de mucha información, y unos letras “o” y “a”, de oportunidades y amenazas en minúscula casi imperceptibles para la lectura o sin mayor valor para los respectivos análisis.
Si en verdad quiere desarrollar cambios trascendentales que impacten de manera positiva la satisfacción de las necesidades de los clientes y mantener los márgenes financieros, es necesario que todos dentro de la empresa estén en la capacidad de “leer el entorno” e identificar esas “señales” que pueden afectar de manera positiva o negativa el plan trazado. Ahora, si sufre de miopía empresarial, es decir, es testarudo y no tiene la capacidad de escuchar o ver el cambio, lo más probable es que el futuro sea incierto y esas “señales” sean imperceptibles, quizás porque está sumergido en la operatividad del día a día y pocas veces levante la mirada para ver qué sucede a su alrededor.
Hoy, las empresas que piensan estratégicamente, se caracterizan porque son capaces de “leer el entorno” y visualizan en el largo plazo cómo esa señal los puede impactar para que sobre ese conocimiento diseñen una oferta de valor que les permita mantener sus ventajas competitivas y garantizar la satisfacción del cliente y los resultados financieros.