De un soplo se formó la tierra y dentro de esa gran burbuja quedo el cielo atrapado para siempre. Entonces, en su encierro decidió jugar con sus nubes, dándoles infinitas formas de figuras para poder distraer a niños y adultos que constantemente lo miraban.
Sin que eso fuera suficiente, hizo un acuerdo con la luna para que ella con sus cráteres formara un conejo y luego con cada una de las estrellas del universo pactaron crear constelaciones que formen figuras imaginarias sobre el cielo nocturno. Así, fue como mirar hacia arriba se volvió un escenario
de completa magia.
Y cuando ya los espectadores pensaron que era imposible percibir más divinidad, el cielo empezó a enviarles rayos en forma de flashes y centellas de mil colores llenos de oxigeno que alimentarían la tierra en un rincón de relámpagos mudos que solo titilan a lo lejos, día y noche, y para siempre, como el faro de Catatumbo.