Hay que tener ciertas características en la personalidad para poder ser un buen candidato a la presidencia o al congreso. Decimos para ser un buen candidato, no un buen gobernante, abundan los casos en que personas que habrían sido estupendos gobernantes fueron pésimos candidatos y arruinaron así su aspiración. Un buen ejemplo de ello podría ser el de Germán Vargas. Quien no pudo dominar su soberbia y dio así al traste con sus deseos de ser presidente.
Volviendo al tema de las características, la primera es desearlo mucho, anhelar el cargo, considerarlo como el mayor proyecto de vida que se pueda tener en nuestra existencia, de lo contrario resulta lo más insensato del mundo meterse en semejante vaca loca. Quien se lanza a una campaña como candidato debe estar dispuesto a renunciar a una vida tranquila, pues debe atender llamadas a toda hora y asistir a convocatorias a toda clase de reuniones.
Debe estar con el ánimo dispuesto para cordializar con una gran cantidad de personas que recién conoce y que tienen la expectativa de que usted les dé algo, ahora y más adelante. Como candidato usted tiene que cuidarse no solo de lo que dice verbalmente sino de sus expresiones faciales. Debe tener cara de ponqué, como se dice coloquialmente, mostrarse a toda hora como alguien fácilmente accesible, no puede mostrar cansancio ni fastidio por nada
Debe aceptar con agrado todo lo que le ofrecen de beber y de comer, para lo que necesitará una especie de estómago de chulo para soportar cualquier contingencia en el aseo de los vasos, cubiertos o platos en los que le sirven. No debe mostrar, jamás, una expresión de asco y a todo debe decirle que sí.
Olvídese de sus momentos de intimidad en el hogar, toda “su” gente se siente con el derecho de invadir sus tiempos y espacios ya no tendrá tiempo para jugar ni conversar con sus hijos, ni para estar a solas con su pareja. Hay que estar dispuestos a perder cualquier rato de intimidad, bien sea esta en la cama como en el comedor o la sala. Su casa o apartamento terminan convertidos en sitios públicos, abiertos a toda hora a “su” gente.
Debe estar dispuesto a perder una importante cantidad de dinero. A menos que usted sea ya congresista en trance de reelección, exgobernador o exalcalde, piense muy bien la desventaja que tiene frente a competidores que gastan con chequera con fondos públicos. Es infernal la gastadera de plata en una campaña política. Y es solo gasto, nada de inversión, a menos que usted gane.
Es de veras deprimente recoger y botar la publicidad impresa que se repartió por todas partes, pagar las cuentas por las cuñas de radio o televisión, pagarles a todos los líderes a quienes se prometió una buena plata por promovernos en los barrios. Por eso muchos políticos se van lejos de la ciudad y del país tan pronto pasa la campaña.
Muchos medios de comunicación hacen su agosto con usted, lo exprimen económicamente manipulando su imagen pública de manera inmisericorde, y muchos lo saben y reconocen, pero lo ven como un mal necesario. Como vemos, no es muy halagüeño eso de hacer política, pero es también un mal necesario para cualquier país.