Siempre se ha dicho que no hay nada mejor que el amor de una cincuentona. Toda clase de mitos se tejen sobre la actitud que ellas asumen ante la vida cuando están alrededor de esa mágica edad, gracias a que para entonces ya han superado las crisis de la mediana edad y los trastornos causados por la menopausia, con lo que se han liberado de atavismos paralizantes y de creencias inútiles.

Lo mismo puede decirse de los varones: la vida plenamente feliz comienza luego de los cincuenta años de edad. Los estudios sobre envejecimiento realizados por las principales universidades y centros de investigación del mundo concluyen que el envejecimiento se asocia con un bienestar general emocional más positivo y con mayor estabilidad emocional. Y no solo eso, sino que además vieron cómo las personas que informaron de más emociones positivas que negativas en su vida cotidiana, vivieron más años.

La universidad Estatal de Nueva York contrató a Gallup una encuesta a 340 mil personas entre 18 y 85 años. Las preguntas tocaban temas, como situación económica, salud, sexo y bienestar general, entre otros. Una pregunta era si habían tenido el día anterior alguno de estos sentimientos: felicidad, estrés, preocupación, enfado, tristeza y satisfacción. Esto demostró que a los 18 años nos sentimos muy bien, pero a medida que vamos cumpliendo años empiezan a aparecer dificultades que nos complican el estado de ánimo. Esto pasa hasta que cumplimos los 50 años, momento en el que comienza a verse la vida de otra manera y elevarse el ánimo. A los 85 años, las personas entrevistadas mostraron una plenitud y satisfacción consigo mismas que superaba bastante la de los 18 años. A partir de los 50 son menos los momentos en los que aparece la ira, aprendemos a llevar mejor las preocupaciones y ganamos en disfrute y felicidad.

Saber que el tiempo que nos queda es poco nos ayuda a concentrarnos en lo importante y en relaciones que consideramos significativas, por lo que cada vez nos sentimos más satisfechos. Nos volvemos muy egoístas con nuestro tiempo, no queremos desperdiciarlo en conversaciones sosas en largas visitas sociales, preferimos una buena película o un buen libro porque nos alimenta intelectualmente más. Adoptamos una perspectiva más positiva ante la vida, cambian nuestros objetivos, nos hacemos más reflexivos, amamos más y mejor nuestra vida. Lo relevante del estudio es que la humanidad está recibiendo ahora el mayor regalo de su historia: 15 años adicionales de vida en la etapa más gratificante y sociable.

Una mujer cincuentona es deseable para hombres entre los dieciocho y los ochenta años porque se supone libre de prejuicios y en su carrera contra el tiempo se despoja de tabúes porque no quiere perderse de experiencias nuevas. Por su parte, los hombres cincuentones, que antes decían cosas como “lástima que la juventud esté en manos de los jóvenes”, ven reverdecer sus posibilidades y virtudes amatorias, gracias a la profusión de aditivos presentes en el mercado.

Es, en definitiva, una época muy feliz, tanto o más que la de la niñez, con la ventaja de que su duración es mayor y se disfruta a plenitud por ser más conscientes de lo que hacemos. Además, es una época de oportunidades interesantes, como las que se les han presentado a varias personas mientras se toman un café o se comen un helado en Unicentro.