El tema de la novela de fi cción El Gran Hermano – Big Brother – de George Orwell, publicada en 1984, ha pasado de la literatura a la realidad, y no por cuenta de uno de los tantos realities de televisión y películas que se han hecho inspirados en la historia de un gobierno absolutamente controlador de los ciudadanos de un país cualquiera con un gobierno de corte totalitario y de naturaleza comunista, sino como resultado de una decisión política del gobierno chino que, con una inversión de US$6.400 millones, tiene ya instaladas 170 millones de cámaras de vigilancia para registrar todo lo que sus habitantes hacen.
En los próximos tres años se instalarán 400 millones de cámaras adicionales, con lo que bastará para vigilar cada movimiento de los 1.300 millones de chinos. Muchas de esas cámaras están equipadas con dispositivos de inteligencia artifi cial que pueden reconocer rostros, descifrar la edad, la etnia y el género de las personas. Con ellas pueden relacionar tu rostro con tu carro, con tus familiares y con las personas
con las que estuviste en contacto, dijo a la BBC Yin Jun, vicepresidente de Investigación y Desarrollo de Dahua Technology, una empresa en Hangzhou que vendió un millón de cámaras de reconocimiento facial en China. Con las sufi cientes cámaras podemos incluso saber con quién te reúnes frecuentemente, agregó.
Para crear el personaje de su novela Orwell se inspiró en líderes autócratas, caracterizados por infundir una política de miedo y de extremada reverencia hacia sus personas, educando a la población a través de una propaganda gubernamental intensiva en valores colectivistas donde pensar individualmente sea visto como una traición a la sociedad, algo muy propio de Stalin y Hitler, seguramente el ideal para un régimen como el de Maduro en Venezuela. Lo malo, para él, es que no tiene los recursos para financiar algo semejante.
Para Human Rights Watch el masivo sistema de recolección de datos de la policía china “es una violación de la privacidad” y apunta a seguir y predecir las actividades de los disidentes, mientras que la posición oficial argumenta que es muy útil para evitar y predecir el crimen. Lo que no dicen es que en esos regímenes totalitarios ser disidente es ser criminal, como es el caso de Leopoldo López en Venezuela.
Para la gente es toda una tortura sicológica que los lleva rápidamente de la incomodidad a la desesperación por sentirse vigilados constantemente por unos ojos invisibles que reportan a enormes servidores toda la información acerca de sus actividades y movimientos, sus reuniones, sus costumbres y hasta sus pecados más íntimos, todo con el pretexto de brindar mayor seguridad ciudadana.
La inmensa mayoría de los habitantes no quiere sacrificar su privacidad en aras de una supuesta mayor paz y tranquilidad.