La última abuela que tuvimos en común los humanos y los chimpancés vivió hace 6 millones de años, entonces ya éramos carnívoros. Pero también éramos bocado de los grandes depredadores, ocupábamos un lugar inferior en la cadena alimentaria. Es solo hace 100.000 años que alcanzamos la cima de ese escalafón, a partir de ese momento y gracias al uso del fuego para cocinar, comienza en forma nuestro proceso de revolución cognitiva.
Los antropólogos han estado discutiendo acerca de lo que comieron nuestros antepasados y muchos creen que bastante carne se ha consumido en el camino hacia la evolución de nuestro cerebro. Algunos incluso han llegado a decir que el consumo de carne es lo que nos hizo humanos. Así las cosas, la idea de que evitar la carne es mala para nuestro cerebro tiene sentido simplemente desde lo intuitivo. La inteligencia es costosa: el cerebro devora alrededor del 20% de nuestras calorías diarias, aunque solo representa el 2% de nuestro peso corporal.
Según las últimas estadísticas, hay alrededor de 375 millones de vegetarianos en el planeta y el veganismo ha dejado de ser cosa de hippies para convertirse en una de las tendencias milenarias de más rápido crecimiento. Esto ha generado todo tipo de controversias porque se considera que la dieta vegana es baja – cuando no es completamente nula- en varios nutrientes que son importantes para el cerebro.
La reciente preocupación por las brechas nutricionales en las dietas basadas en plantas ha dado lugar a una serie de titulares alarmantes, incluida una advertencia de que pueden retrasar el desarrollo del cerebro y causar daños irreversibles al sistema nervioso.
En 2016, la Sociedad Alemana de Nutrición llegó a afirmar categóricamente que para niños, mujeres embarazadas o lactantes y adolescentes no se recomiendan las dietas veganas, lo que ha sido respaldado por una revisión de la investigación realizada en 2018. La preocupación ha llegado a tal grado que, en Bélgica, obligar a los hijos a comer una dieta vegana puede llevar a los padres a la cárcel.
Se hizo un experimento con 555 escolares en Kenia, que fueron alimentados con uno de tres tipos diferentes de sopa -con carne, con leche o con aceite- o no recibieron sopa, durante siete períodos escolares. Fueron examinados antes y después para ver cómo se comparaba su inteligencia.
Debido a sus circunstancias económicas, la mayoría de los niños eran vegetarianos de facto al comienzo del estudio. Sorprendentemente, los niños que recibieron la sopa que contenía carne cada día parecían tener una ventaja significativa. Al final del estudio, superaron a todos los demás niños en una prueba de razonamiento no verbal y habilidad aritmética.
El punto es que hay varios nutrientes cerebrales importantes que no existen en plantas u hongos. La creatina, carnosina, taurina, EPA y DHA omega-3 (el tercer tipo se puede encontrar en las plantas), el hierro hemo y las vitaminas B12 y D3 solo se encuentran naturalmente en alimentos derivados de productos animales, aunque pueden sintetizarse en el laboratorio o ser extraídos de fuentes no animales como algas, bacterias o líquenes, y agregado a suplementos.
Para obtener la cantidad mínima de vitamina B6 requerida cada día (1,3 mg) de la fuente vegetal más rica, como la papa, se debería comer unos 750 grs, lo cual es algo exagerado y poco práctico.
«Hay algunos casos trágicos de niños cuyos cerebros no se desarrollaron debido a que sus padres eran veganos mal informados», dice David Benton, quien estudia el vínculo entre nuestras dietas y la química cerebral en la Universidad de Swansea, Gales.
El hierro escasea en la dieta vegana y desempeña un papel destacado en el desarrollo del cerebro, es esencial para mantener el órgano sano durante toda nuestra vida. Solo se encuentra en las proteínas animales.
Otras deficiencias comunes entre los veganos incluyen D3, omega-3, selenio, ácido fólico, yodo y la taurina, que se cree que maneja procesos tan importantes como la regulación del número de neuronas. Los veganos deberían complementar su dieta con tabletas de taurina.
Igual sucede con la vitamina B12, cuya cantidad en la sangre de una persona se ha correlacionado directamente con su coeficiente intelectual. Un estudio británico encontró que la mitad de los veganos analizados tenían una deficiencia de la B12. Obtener suficiente vitamina B12 es uno de los mayores desafíos de los veganos porque solo se encuentra en productos de origen animal como los huevos y la carne. No hay mejor manera de encontrar la enorme variedad de grasas, aminoácidos, vitaminas y minerales que el exigente cerebro requiere que comiendo animales que ya los han recolectado o creado minuciosamente.
«Cuando te desvías de la dieta típica de tu especie, como lo es la carne, a una que no ha sido probada y establecida adecuadamente para que sea saludable o buena para el cerebro, estás llevando a cabo un experimento y estás asumiendo un riesgo», dice Nathan Cofnas, biólogo de la Universidad de Oxford.