La implantación de las nuevas medidas económicas tomadas por el dictador Maduro en Venezuela constituye el más contundente paquetazo que haya sufrido el vecino país. Más duro, incluso, que el que recibieron los venezolanos el 18 de febrero de 1983.
Es inaudito que en pleno siglo veintiuno un gobernante pretenda domeñar las variables económicas a fuetazos, amenazando con enviar a la cárcel a quienes tengan alguna reacción distinta a la que él espera en un país que registra la más alta inflación de la historia, acompañada de la devaluación más brutal y el desmantelamiento total de su aparato productivo.
Los efectos se han hecho sentir de manera inmediata: desde la entrada en vigor del nuevo cono monetario se ha duplicado la cantidad de migrantes venezolanos, se estima que en dos años han salido 4.5 millones de personas, a ese paso se habrá vaciado un tercio de la población de ese país en el 2020.